lunes, 16 de agosto de 2010

A TÍTULO PERSONAL: LOS HÉROES

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

No se nace héroe; se hace héroe. Sin embargo, en este asunto de los héroes también en México tenemos crisis. A pesar de las conmemoraciones del Centenario de la Revolución Mexicana y el Bicentenario de la Independencia, si somos objetivos y le pensamos un buen rato, no sabemos cuándo tuvimos un último héroe, de esos que celebramos institucionalmente, en los últimos cincuenta años. Es más, no pensemos tan alto, cuál fue el último estadista que tuvo el país. Las respuestas son suficientes para congelar la alegría de cualquiera.

Por eso el principio de mi reflexión es que no se nace para héroe, no se estudia para serlo, sino que se hace en determinadas circunstancias excepcionales y aprovechando las cualidades propias de su naturaleza.

A la primera vista se ve fácil ser un héroe y debe serlo porque si no, no existiría.

En lo profundo, el héroe, insisto, el de devoción patriotera, es el rostro de grandes contingentes de seres humanos que son los verdaderos ejecutores de sus decisiones. El héroe sabe a dónde llevar a su gente y por otros fenómenos inherentes al heroísmo (carisma, popularidad, talento, razón) el pueblo va seduciéndose.

El presente es un tiempo de vacío. Hemos padecido una serie de presidentes que pudieron convertirse en héroes, pero optaron por saltarse los requisitos y asumirse como tales sin haber pagado el precio, por ende, el tiempo que a nadie respeta, los pondrá en el ridículo lugar que les corresponde, a pesar de que en lo inmediato hasta se manden hacer estatuas.

El traslado de los restos de los héroes del movimiento de Independencia a Palacio Nacional para que reciban el homenaje ciudadano es un gesto demagógico orientado a justificar la cantidad de dinero, que no tenemos, pero que hay que tirar, en una fiesta justo cuando México vive uno de sus peores años de lo que va del siglo.

Estoy totalmente de acuerdo en alimentar la memoria histórica, mas no en nutrirla basándose en estampitas y retazos tendenciosos en que las gestas sociales se reducen a los capítulos de una teleserie, y los héroes son superdotados.

Yo me quedo con otro tipo de héroe: el héroe anónimo que cada día, sin saberlo, hace cosas extraordinarias a favor de los demás y que nunca pretende un pedestal. Yo creo en el heroísmo de mi gente, de los que como un servidor, van por la existencia arreglando entuertos simplemente por la convicción de un deber.

Soy fan de la microhistoria, de la historia en letras chiquitas que permite el crecimiento de la Historia, que se centra en los pies de página de las epopeyas y condensa los actos de millones de seres humanos que hicieron posible el presente.

El héroe que me atrae es aquel que en un momento decisivo se lanza a proteger, a veces, a quien no conoce; a los hombres y las mujeres que en una catástrofe salvan una vida, rompen las reglas y entregan cuentas claras de su proceder. Esos son mis héroes.

Por eso, mis aplausos y vivas no son para “los héroes que nos dieron patria”, sino para los fantasmas sin nombre ni apellido que detrás de ellos erigieron un México como pudieron y que seguro nos deben de estar refrescando la descendencia por las estupideces que hemos permitido.

Esos son mis héroes.

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