miércoles, 25 de agosto de 2010

A TÍTULO PERSONAL: MI PAÍS, MI DOLOR

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Charlando con un amigo entrañable que conoce el interior de la bestia, me decía que el problema de México es que en las cúpulas políticas la realidad de la gente común no existe. Los funcionarios viven en una esfera de privilegios que desconocen la cotidianidad del pueblo. Para ellos, un limpiaparabrisas es una ficción porque sus guardaespaldas impiden que se acerque a la camioneta de lujo que los traslada, y ya no pensemos en personas más complejas o circunstancias mayores de riesgo. En suma, es muy difícil que cambien su forma de “no ver” las cosas.

La plática derivó a otros temas, pero me dejó inquieto por la coincidencia en los puntos de vista entre un periodista de a pie y un ex funcionario de nivel. Compartimos el desmoronamiento del Estado ante el acoso del crimen organizado, los grupos empresariales y la insaciable ambición de los “polacos” inamovibles. Aventuramos hipótesis y conclusiones al alcance de cualquier ente pensante: México está en guerra consigo mismo y no existe un camino adecuado para regresar a la paz sin desmontar las estructuras que la permitieron, lo que nos llevará a procesos inéditos circunscritos a la violencia, pues el cambio, de llegar será sobre los escombros del orden acaudalado.

Hemos visto como las pugnas facciosas han asesinado desde el militante anónimo hasta la mano derecha de un presidente de la República, falta un gobernador y representantes acreditados de otras naciones. Las formas del golpe artero son variadas y letales. No obstante, tampoco en el ámbito empresarial las operaciones productivas y financieras son transparentes. Las dirigencias nacionales pecan de soberbia, egoísmo y cobardía al no aceptar obligaciones y enfatizar sus derechos.

El regreso de 27 millones de niños y jóvenes a las escuelas para cubrir otro año lectivo de formación, permitió a Felipe Calderón listar cinco acciones para completar una mejora educativa, paliando los síntomas y sin resolver la enfermedad.

Propuso impulsar los consejos escolares, que conociendo la idiosincrasia popular ya sabemos que morirán en el primer intento de acuerdo.

Regular las tienditas y alimentos en escuelas, "lo que no significa que vamos a quitar golosinas y refrescos, pero sí deben provocar menos obesidad". Aquí si necesitamos una explicación sesuda. ¿Cómo combatiremos la obesidad, dejando los factores detonantes intactos, con la promesa de que, aunque engorden al consumidor, sólo lo hagan tantito?

El infaltable programa de fomento a la lectura que en décadas reporta que el promedio de lectura del mexicano es de aproximadamente un libro estándar entre 100 y 200 hojas, que no señala exactamente si se están consumiendo textos formativos o destructivos.

Un plan para apoyar el conocimiento de matemáticas y aplicación de la ciencia en la vida cotidiana, suponiendo que los mexicanos necesitamos de números y experimentos para saber que nos está cargando el carajo, no obstante, se desvanecen materias humanísticas como la Historia y el Civismo que podrían darnos una explicaciones profundas de los caminos implícitos en la recuperación del poder ciudadano.

Otorgar mil becas para estudiantes desde primaria hasta sus estudios universitarios; estímulos que vayamos a saber a quiénes beneficien y quiénes deciden entregarlos. Por un simple cálculo numérico: mil para 27 millones es un “gigantesco” avance para abatir la necesidad, y no hablemos de la repugnante demagogia de prometer computadoras al por mayor para las escuelas públicas, sin reparar en la estupidez de aquel programa “Enciclomedia” que sirvió para abultar presupuestos y enviar equipo a destinos donde no había luz eléctrica. Esa es la prioridad educativa de los dirigentes inculcan a modo de que la esclavitud de la ignorancia los sostenga bien en la silla.

Y las acciones aventadas en medio del conocimiento de la opinión pública que los libros de texto poseen errores ortográficos y otras deficiencias educativas.

En la inercia mencionada al principio de esta nota, el Gobierno Federal y de ahí hacia abajo se inventaron una realidad alterna que terminará por tragárselo mientras México, mi México, el de nosotros, seguirá siendo mi dolor.

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