POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Como se esperaba, y ya lo habíamos mencionado, la guerra de Calderón contra el crimen organizado alcanzó la ofensiva ideológica, y los medios de control social tendrán que tomar partido, allende de la lealtad servil al poder institucional y de los beneficios directos al aturdir a la opinión ciudadana.
Es claro que la sangre seguirá corriendo y que la población se mantendrá en medio del fuego cruzado. Habrá muchos muertos y uno que otro golpe a los carteles, supuestamente, intocables. Sin embargo, el dinero no se toca y el juego financiero de los bandos está íntegro, detalle que es esencial al apostar por la asfixia del oponente. No es así. La banca que sabe mucho al respecto, primero muere que soltar un dólar.
El asunto del reciente secuestro de reporteros televisivos y la exigencia de difundir mensajes por sus captores, suponen una escalada de la nota roja a las honorables editoriales y a la exaltación de los “intelectuales” funcionales del sistema.
Se cree que los criminales “fuera de la ley” ahora también desean ser estrellas del Bicentenario para contrarrestar el “éxito” de la propaganda presidencial, no obstante, esta visión está equivocada. Ni la propaganda ni los supuestos mensajes de reivindicación delictiva hicieron mella en la gente a de a pie, pues, sea la hueste que sea, la pasa a perjudicar y eso no lo limita el mejor publirreportaje, va por Proceso.
El México bronco sabe que la violencia no es un beneficio, sino un flagelo en el reacomodo de los grupos de poder.
Tomemos los datos expuestos en su colaboración a este blog de Rolando Garrido Romo: “Drogas y subdesarrollo”. La conclusión es aplastante: la ignorancia es una calamidad de nuestro tiempo y no se advierten signos en ninguna parte para disminuirlo, al contrario, se respira una cruzada generalizada a fin de que los mexicanos nos estemos quietos, sumisos, jodidos.
Pero, ahogados en las aguas lodosas del desconocimiento, nuestros connacionales viven en carne propia los estragos de la destrucción sistemática de las figuras visibles e invisibles de los mandos reales del país. Ese es un sol que no se tapa con un dedo o un rosario de artículos de fondo.
Honestamente, al público le viene valiendo madre cuántos figurones caen en esta guerra, de viejo las relaciones y la credibilidad de la clase dirigente, los medios y los delincuentes son vistos como una amenaza, no como una alternativa o un ingrediente del que hay que deshacerse. La solidaridad no está en las masas.
Por supuesto, que los rechazados pagan el pecado de la soberbia y la explotación sistemática de privilegios ofensivos para cualquiera. De tener dudas, lean los comentarios en línea al respecto y notarán el promedio de indolencia a la desgracia de los “media workers”, un poco debajo de los políticos y los narcotraficantes.
En suma, las convocatorias de que los medios deben de impedir caer en el juego de los “malos”, deberían iniciar en la definición de en qué carril están corriendo. Sería justo, obviamente, aplicar el mismo criterio a los funcionarios públicos y a los capitalistas, cuyas nubes de azufre ciegan a los incautos.
Empero, primero tenemos que recuperar la confiabilidad de los mexicanos y eso ocurrirá en un tiempo mítico que superará esta larga conflagración.
No pidamos la piedad, que la prensa comprada en todas sus variantes jamás ha tenido al defender las causas genuinas de los anónimos.
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