POR.- LA REDACCIÓN DODO
La Plaza Pública está de luto. El domingo 16 de octubre de 2011, el periodista mexicano Miguel Ángel Granados Chapa murió a los 70 años, dos días después de despedirse de sus lectores, en el periódico Reforma.
La noticia aunque importante al seno del gremio informativo, sólo alcanzó escasas menciones en los espacios dirigidos al gran público. Se prefirió comentar el desgarriate Calderón – PRI.
En 2008, Granados Chapa aseguró: “Haré mi trabajo siempre que pueda hacerlo. No me retiraré explícitamente, hasta que la vida me retire por enfermedad o por muerte”, luego de que el Senado le concediera la medalla Belisario Domínguez por su contribución a la democracia mexicana con sus textos y su participación en organismos públicos y civiles.
Cada año, los Senadores entregan la presea a mexicanos destacados, siempre y que se pongan de acuerdo y le midan la dirección al viento político.
El periodista, originario del estado de Hidalgo, donde nació el 10 de marzo de 1941, Granados Chapa ejerció el periodismo durante más de cuatro décadas. En ese periodo contribuyó a la fundación de algunos de los principales medios impresos del país —el semanario Proceso o los diarios La Jornada y Reforma—, colaboró en programas de radio y televisión y, desde 1977, redactó la columna de análisis Plaza Pública.
Implicado en las causas honradas en un periodo histórico donde el periodismo padecía la dependencia absoluta del Presidente de la República y la fauna dominante en el poder establecido, Granados Chapas, junto a otros colegas de decepción se avocaron a construir los espacios informativos alternos que la sociedad reclamaba, después de 1968.
Conocido por un estilo sobrio y vestido siempre de traje, algunos colegas lo describían como uno de los periodistas más sobresalientes del México contemporáneo: lector disciplinado, riguroso con las fuentes de información, inmerso en el contexto de la noticia, crítico hacia el poder, Granados Chapa marcó una manera distintiva de abordar el fenómeno de la noticia que marcó fuertemente a las nuevas camadas de profesionistas formadas en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado.
Después de cursar la educación básica en Hidalgo, Granados Chapa emigró a la Ciudad de México, donde estudió las carreras de Derecho y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De acuerdo con sus colegas, su preparación como abogado le servía para sustentar jurídicamente las opiniones que expresaba en la prensa.
En 1967 se unió al equipo del diario Excélsior —uno de los más antiguos del país—, que era dirigido por el periodista Julio Scherer. Ahí fungió como editorialista y subdirector editorial, hasta que los colaboradores de Scherer dejaron el periódico presionados por la cooperativa dueña de la institución.
Miembros de esa redacción e historiadores señalan que el gobierno federal, entonces encabezado por el presidente Luis Echeverría, instó a que los empresarios dejaran de comprar espacios publicitarios en las páginas del rotativo en represalia por las críticas que expresaba en algunos textos. Ante los problemas financieros, los trabajadores exigieron la salida de Scherer en 1976, en un episodio conocido como el “golpe a Excélsior”.
Ese mismo año, el equipo de Scherer fundó el semanario Proceso, que asumió una línea antioficialista. Hasta su muerte, Granados Chapa publicó en Proceso la columna de análisis Interés Público.
Tras su salida de Proceso, Granados Chapa contribuyó en 1984 a la fundación de otro proyecto periodístico, el diario La Jornada, con tendencia de izquierda, que abandonaría por desacuerdos con los manejos financieros de su director fundador, Carlos Payán.
En la década de 1980, también trabajó en Unomásuno y, más tarde, en El Financiero. A comienzos de los 90, fue convocado por Grupo Reforma al equipo que establecería el diario Reforma en la capital del país, junto con otras plumas como el escritor Germán Dehesa, fallecido en 2010. En noviembre de 1993, cuando Reforma se publicó por primera vez, la columna Plaza Pública se mudó a sus páginas.
A pesar que en reiteradas ocasiones insistió en el distanciamiento esencial entre el informador y el poder institucional, en 1999 aceptó competir por el gobierno de Hidalgo por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Quedó en el tercer lugar de la votación y justificó su decisión de contender bajo el argumento de que buscaba impulsar la democracia en el estado, que durante 80 años ha sido gobernado por el PRI. Para algunos de sus lectores, cometió un error al postularse porque puso en duda su independencia intelectual al acercarse a un partido político.
En el ámbito del compromiso ideológico, Granados Chapa fue crítico de las cadenas Televisa y TV Azteca, consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral (IFE) entre 1994 y 1996, promotor de una nueva ley de medios que abriera más espacios en radio y televisión, padre de tres hijos —Luis Fernando, Tomás Gerardo y Rosario Inés—, y entre los cientos de reconocimientos que recibió en vida estuvo el Premio Nacional de Periodismo de 2004, en la categoría de trayectoria.
En 2008, en su discurso de agradecimiento por la entrega de la medalla Belisario Domínguez, reconoció que México padece numerosas “adversidades” como la pobreza, el crimen organizado o la corrupción, pero llamó a la ciudadanía a no dejarse abatir por esos problemas. “(La situación) no es un desenlace inexorable, podemos frenarla; hagámoslo, y con la misma fuerza reconstruyamos la casa que nos albergue a todos o erijámosla, si es que nunca la hemos tenido”, sostuvo .
Durante esa conversación, también señaló que un periodista debe huir “de la rutina y de la comodidad” y del “contacto espurio con el poder”, y que en su vida le faltaba ver “una disminución severa de la inequidad social”. “Moriré menos agobiado por una culpa social si esa brecha se estrecha, si ese abismo se atenúa”, dijo.
Como escritor, Granados Chapa lega: La Banca nuestra de cada día (Océano, 1982), Alfonso Cravioto, un liberal hidalguense (Océano, 1984), Votar, ¿para qué? manual de elecciones (Océano, 1985), Comunicación y política (Océano, 1986), ¡Nava sí, Zapata no!: la hora de San Luis Potosí: crónica de una lucha que triunfó (Grijalbo, 1992), ¡Escuche Carlos Salinas! (Océano. 1996), Constancia hidalguense (Grijalbo, 1999), y Fox & Co. biografía no autorizada (2000).
El viernes 14 de octubre de 2011, dentro del texto de Plaza Pública, Granados Chapa, sin dar explicaciones, aunque se sabía que padecía cáncer desde 2007 y que la enfermedad había mermado su salud, escribió: “Esta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”.
Descanse en paz.
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