POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Igualando cualquier trama promedio de una serie de televisión policíaca, el FBI y la DEA dicen haber frustrado un atentado contra el embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos, Adel Al-Jubeir, planeado por Manssor Arbabsiar, un ciudadano iraniestadunidense que ofreció 1.5 millones dólares a integrantes de Los Zetas, incluido un agente infiltrado de la DEA, quien alertó a las autoridades del país vecino, que luego resultó ser un vil soplón y nada más.
Arbabsiar propuso llevar a cabo el crimen con explosivos C-4 en un restaurante de Estados Unidos que el diplomático frecuentaba.
El iraní fue identificado el pasado 28 de septiembre de 2011 por autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM), que lo deportaron a la nación vecina, donde fue aprehendido un día después, a su llegada al aeropuerto internacional JFK, de Nueva York.
“El INM rechazó al iraní Manssor Arbabsiar el 28 de septiembre pasado, a quien impidió su ingreso a territorio nacional con base en las causas establecidas en el artículo 106 del Reglamento de la Ley General de Población vigente”, indicó la Secretaría de Gobernación.
Los agentes de migración del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México actuaron siguiendo sus protocolos internos y las reglas aplicables de la organización de la aviación civil internacional, así como los convenios y acuerdos internacionales vigentes.
“El extranjero fue rechazado al punto de inicio de su viaje, siendo arrestado por las autoridades estadunidenses en una escala en el aeropuerto internacional John F. Kennedy, de Nueva York.”
Funcionarios mexicanos confirmaron la operación Coalición Roja, que se efectuó tras conocer el ingreso a suelo nacional de Arbabsiar en varias ocasiones.
En el complot está involucrado también el iraní Shakuri Gholam (prófugo), primo de Arbabsiar, quien pertenece al Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos, grupo que promueve actividades terroristas en el extranjero.
El director del FBI, Robert S. Mueller; el procurador general de Estados Unidos, Eric Holder, y la fiscal general adjunta de Seguridad Nacional, Lisa Mónaco, anunciaron que se inició un juicio contra los implicados.
Los delitos imputados son conspiración para asesinar a un funcionario extranjero; para participar en viajes al exterior y usar instalaciones de comercio en la comisión de asesinatos por encargo; para usar armas de destrucción masiva, y para cometer actos de terrorismo internacional.
“La denuncia penal revelada expone un mortal complot dirigido por las facciones del gobierno iraní para asesinar a un embajador extranjero en Estados Unidos con explosivos”, señaló Holder, quien resaltó la colaboración de México en este operativo.
De acuerdo con autoridades del FBI, Arbabsiar se reunió en varias ocasiones en México (desde el 24 de mayo de este año) con un informante de la DEA identificado únicamente como CS-1, quien se infiltró en el cártel de Los Zetas.
El iraní ofreció a CS-1 y demás cómplices que asesinaran al embajador y como pago inicial prometió 100 mil dólares, que se depositaron en una cuenta bancaria de Estados Unidos.
El terrorista preguntó al agente infiltrado si tenía conocimiento en el manejo de explosivos C-4, pues también quería “atacar la embajada de Arabia Saudita”.
En junio y julio de este año Arbabsiar regresó a México y sostuvo otras reuniones con CS-1. Explicó que sus jefes en Irán habían planeado más actos violentos, además del asesinato del embajador.
En una reunión el 14 de julio, el informante de la DEA comentó a Arbabsiar que reclutaría a cuatro hombres para llevar a cabo el asesinato del embajador y que cobraría en total 1.5 millones de dólares. El iraní estuvo de acuerdo.
Según la denuncia presentada por las autoridades estadunidenses, el presunto terrorista aseguró que su primo Shakuri era un “general grande” del ejército de Irán.
El 17 de julio de 2011, CS-1 fue informado por Arbabsiar que uno de sus colaboradores había viajado a Washington para vigilar directamente al embajador saudí.
El informante de la DEA alertó que en el lugar del ataque siempre se concentraban senadores estadounidenses, lo que generaría un problema mayor. Empero, eso no le importó al iraní.
“CS-1 planteó la posibilidad de bajas inocentes. La demanda alega que Arbabsiar dejó claro que el asesinato tenía que ir hacia adelante, a pesar de víctimas en masa”, explicó el FBI.
Entre 1 y 9 de agosto de 2011 se realizaron dos transferencias bancarias por 100 mil dólares a una cuenta de un agente encubierto del FBI. Era el pago inicial para llevar a cabo el asesinato.
El 20 de septiembre CS-1 dijo a Arbabsiar que la operación estaba lista y pidió que se le pagara la mitad del precio acordado o que viajara personalmente a México como garantía.
El presunto terrorista aceptó venir al país. Llegó el 28 de septiembre, pero autoridades del Instituto Nacional de Migración le negaron la entrada, por lo que fue deportado a Estados Unidos, donde fue arrestado al día siguiente.
En una carta de protesta enviada a la ONU, Irán afirmó que la acusación de un complot para asesinar al embajador de Arabia Saudita en Washington es una “conspiración maligna” del gobierno de Estados Unidos.
“Irán condena categóricamente y en los términos más enérgicos esta vergonzosa acusación de Estados Unidos y la deplora como una bien pensada conspiración maligna en línea con su política antiiraní.”
Habituados a este tipo de operaciones encubiertas, tan del gusto de los Estados Unidos, los lectores desconocen en realidad qué pasó y si efectivamente el eventual contrato de Zetas para el atentado obedece a un reconocimiento de eficacia delictiva, o al enganche de mano de obra disponible.
En la misma línea se vale especular sobre el propósito de la conspiración y el impacto que tendrá en el ámbito de las relaciones internacionales de los países árabes que no se distinguen, precisamente, en favorecer a Irán.
Lo cierto es que para Estados Unidos y México, el asunto fortalece la convicción de los gobiernos actuales a perseguir el crimen organizado producido por el narcotráfico.
Aunque es pertinente anotar que los criminales nacionales no son idiotas para mover un avispero mejor dotado que con el que se enfrentan.
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