POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Le guste o no a la doble moral imperante en el mundo, la pornografía es uno de los entretenimientos sexuales para adultos de mayor rentabilidad y presencia social de los últimos cincuenta años.
Aunque los mojigatos recalcitrantes perjuren al no aceptar que alguna vez han visto una producción pornográfica, sí están al día en cuanto a los movimientos de la industria para ganar y renovar espacios.
Superado el mini escándalo de “vatican.com”, que puso a los ortodoxos creyentes católicos en centro del huracán por aquello del destape entre curas, ahora son los cristianos de Brasil los que se llevaron la atención mediática al crear el primer sitio en la Red dedicado exclusivamente, faltaba más, al porno cristiano.
Según los versados en esta variante de la pornografía, el porno cristiano es sexo explícito pero con actores casados, en ejercicio de su confesión y con escenas cuidadosamente armadas, sin actos denigrantes y en un leguaje de “basado en el amor”.
Apegado a esa definición, el porno cristiano no fomenta la lujuria y los pecados afines; ofrece un material de ayuda a las parejas, creemos que heterosexuales, para ampliar horizontes de goce y, en una vía extraña, el enriquecimiento del alma.
La idea parte de una torcida educación sexual aderezada con propaganda religiosa. En teoría, las producciones podrán clarificar cómo hacer un buen sexo oral, mejores posturas y una mayor comunicación, guardando los preceptos de la fe.
Sin embargo, este nuevo género tiene restricciones. Los esposos participantes nunca deberán hacer apología al adulterio y otras extravagancias pecaminosas, a menos que se muestre el castigo correspondiente (que puede ser distinto al ordenado por las Escrituras, es decir ser apedreados hasta la muerte o bestialidades parecidas).
Los realizadores buscan que el contenido de las películas motive e inspire, llevando un mensaje positivo, enalteciendo los valores fundamentales, entre la parafernalia propia de la gimnasia de alcoba.
Por supuesto se aceptan toda clase de exclamaciones de placer, siempre y cuando sean sonidos naturales propios de la unión conyugal. Ni modo que censuraran el afamado “oh, god”. Lo que no validan son otras expresiones de índole populachera desmadrosa.
"La idea es que se entienda al cuerpo como un regalo divino que merece ser tratado bien. Los filmes eróticos serán producidos para la educación de los creyentes".
No obstante las buenas intenciones, el objetivo es también mercadológico. El producto tendrá que venderse y, conociendo la manera monetaria de operar de estas congregaciones, al rato será obligado que cada pareja estable recurra al porno cristiano en virtud de acercarse a la espiritualidad de otras maneras.
Despojada de la chunga informativa, el porno cristiano brasileño indica una salida válida al anacronismo de las iglesias en cuanto a la sexualidad humana y el fortalecimiento del tabú.
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