POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
El mensaje de momento es claro: el futuro de la Unión Europea no está en las movilizaciones callejeras sino en los acuerdos financieros que pacten las elites.
Es irrelevante que los ciudadanos indignados choquen en las calles de Madrid y Atenas con las fuerzas del orden a causa de los planes de austeridad ideados por los gobiernos. España y Grecia no salen de la UE.
Suponiendo peores perdidas si se abandona a los hermanos débiles, los ministros de Finanzas (aunque parecen de fianzas) del Eurogrupo decidieron un segundo plan de rescate para Grecia, que suma cuatro tentativas de apuntalar a las economías frágiles de la zona.
El 2 de mayo de 2010, Grecia recibió un paquete de préstamos de 110 mil millones para el periodo 2010-2012, al que el Fondo Monetario internacional (FMI) aportó 30 mil millones. El plazo para reintegrar el crédito, inicialmente previsto hasta 2014, se amplió posteriormente hasta 2017.
El peligro de que la situación de Grecia se contagiara a otros países de la zona del euro, hizo que la UE creara un fondo de rescate de 750 mil millones de euros -incluida la aportación del FMI- para los países con problemas de deuda y para mantener la estabilidad en esa zona. Este mecanismo de rescate no tiene carácter permanente y estará en vigor hasta 2013.
El 28 de noviembre de 2010 la UE acordó el programa de asistencia financiera a Irlanda, por valor de 85 mil millones de euros, que deben ser devueltos en el plazo de tres años, de los cuales el FMI aporta 22 mil 500 millones. De la cantidad global, 35 mil millones de euros fueron destinados al sector bancario irlandés y los otros 50 mil millones a las cuentas públicas del Estado.
El Gobierno de Dublín aprobó un programa de ajuste que, entre otras medidas, contemplaba la supresión de 25 mil empleos públicos, subidas de impuestos y un importante recorte en el gasto social.
El 16 de mayo de 2011 fue aprobado un rescate para Portugal de 78 mil millones de euros (52 mil millones aportados por la UE y los otros 26 por el FMI) durante tres años.
El Gobierno portugués aprobó un severo programa de ahorro, que incluye la privatización de empresas y servicios públicos, la congelación de salarios y pensiones o la subida de impuestos, entre otras medidas con el objetivo de reducir el déficit hasta el 3 % antes de 2014.
Durante 2011 año y para afrontar futuras dificultades, los países de la eurozona han creado un mecanismo permanente que funcionará a partir de 2013 con un capital de 700 mil millones para una capacidad de endeudamiento de 500 mil millones de euros.
El 21 de julio de 2011 los líderes de la eurozona acordaron un segundo rescate a Grecia por valor de 159 mil millones de euros para el periodo 2011-2014, de los que 49 mil 600 millones saldrían del sector privado (37 mil millones de los bancos y 12 mil 600 de un programa de recompra de bonos griegos).
Las condiciones del segundo rescate fueron revisadas y finalmente el 27 de octubre la UE estableció un paquete de ayuda a Grecia de 130 mil millones de euros y una quita del 50 % de su deuda con la banca privada.
El agravamiento de la crisis, la impopularidad de las medias que acompañan el nuevo plan y la falta de apoyo de la oposición, llevaron al primer ministro griego, Yorgos Papandreu, a proponer un referéndum sobre su aplicación.
La presión de sus socios europeos obligó a Papandreu a rectificar y el 9 de noviembre dimitió y dio paso a un gobierno de unidad nacional que asumiría la aplicación del plan de rescate.
Sin embargo, el plan ha permanecido bloqueado hasta ahora en espera de que Grecia cumpliera las condiciones exigidas por los socios del euro, entre ellas un compromiso firmado de los líderes de los partidos que forman el Gobierno y el desglose de los 325 millones de euros del paquete de ahorro que faltaba por especificar.
Aunque en estos “rescates” hayan quedados expuestos los defectos productivos y financieros de Irlanda y Grecia, la debilidad estructural de otras economías agarradas a la Eurozona hace pensar en que las potencias del continente están tensando la cuerda sin prevención alguna.
No es el caso únicamente de soltar dinero, se hace indispensable la definición efectiva de un centro continental de decisiones y una verdadera voluntad de progreso entre los regímenes afectos, de lo contrario, terminará en el desagüe junto a los votos de unidad de los integrantes.
Europa, al igual que el resto de los continentes, es renuente a cambiar pautas de mercado y esperan sortear la crisis casi por voluntad divina, y así no existe protocolo que sirva.
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