jueves, 23 de febrero de 2012

APUNTES: SEALTIEL ALATRISTE

POR: RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Las capillas literarias mexicanas declararon la guerra y mostraron el músculo, partiendo de una práctica común en el ámbito de la creación de “altos vuelos” presupuestados: el plagio descarado.

El pasado 24 de enero 2012 se anunció a Sealtiel Alatriste y a Felipe Garrido como los ganadores del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2011; el primero por sus libros Ensayo sobre la ilusión (Alfaguara) y Geografía de la ilusión (Taurus); y el segundo por la colección de cuentos Conjuros (editorial Jus).

El Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores fue instaurado en México en 1955, a iniciativa de Francisco Zendejas, crítico literario. Se concedió de manera retroactiva en su primera entrega a Pedro Páramo, novela del escritor Juan Rulfo. Sociedad de Amigos de Xavier Villaurrutia fue el nombre original de la instancia calificadora que lo concede, y más tarde -tras la muerte de Alfonso Reyes (1959), uno de sus integrantes más destacados- se denominó Sociedad Alfonsina Internacional (SAI). En la actualidad, las instituciones que otorgan el Premio Xavier Villaurrutia son la Sociedad Alfonsina Internacional y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), a través del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) de México.

Su propósito ha sido el de estimular y difundir la producción de las letras mexicanas. Cobra especial renombre por ser un premio que los propios escritores otorgan a sus colegas. Se entrega cada año, durante el mes de febrero, y premia cualquier obra que sea considerada merecedora del galardón por el jurado, siempre que sea publicada en México. En ocasiones se ha premiado a más de un escritor, y a veces no se ha premiado una obra sino una trayectoria.

Al igual que la historia del pensamiento nacional, progresivamente el Premio ha ido perdiendo renombre y, aunque reúne galardones de lo mejor y menos peor de las letras mexicanas, hoy aglutina nombres bienvenidos al caso y espantosas omisiones.

Enmarcado dentro de los usos y costumbres de la “inteligencia” nativa, el Xavier Villaurrutia es una medalla peleada y combatida a muerte por los grandes egos inmiscuidos que los anhelan para sí o para los “protegidos” de su templo.

Al conocerse que Sealiel Alatriste, entonces coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, los también ganadores del certamen, en el pasado, Guillermo Sheridan y Gabriel Zaid acusaron públicamente a Alatriste de plagiario crónico y mostraron pruebas de sus hazañas de “corte y pega”.

En pocos días, las “fuerzas vivas” que movilizan estos hombres montaron una cruzada en medios impresos y electrónicos al punto de lograr que el acusado presentara su renuncia al cargo en la UNAM el 14 de febrero de 2012.

Sin poderse mover a un lado o hacerse que las musas le hablaban, Alatriste en su carta de renuncia no negó los cargos de plagio y se limitó a salirse diplomáticamente por la tangente, esgrimiendo la tibia empresa de reivindicar su obra literaria y su trabajo como editor y funcionario de la cultura.

Literalmente escribió:

“No voy a negar que la falta que se me atribuye sea cierta. Niego sin embargo que éstos, mis artículos, sean producto de un plagio, lo sustancial de ellos parte de ideas y recuerdos propios, con un estilo personal que se puede rastrear en toda mi obra, y si en los casos señalados refieren algo ya escrito, investigado o conocido, no constituyen la médula de mi argumentación, y el propio sistema universal del derecho de autor lo admite como una conducta lícita, apuntando que la falta se limita a no haber entrecomillado o citado la fuente, sobre todo si ésta se realiza fuera del campo educativo o de la investigación científica... no medré con esos párrafos, ni me adjudiqué el mérito de algún descubrimiento excepcional, ni los presenté en ninguna instancia académica, y nada tienen que ver con ningún libro que me hubiese hecho merecedor a cualquier premio”.

Sin embargo, CONACULTA, el INBA y la Sociedad Alfonsina están en un predicamento técnico, gracias al enorme entre dicho de haber galardonado a un plagiario sin investigar la dudosa repetición de Alatriste en el medio.

Resulta que cuando Sealtiel Alatriste estuvo al frente del sello editorial Alfaguara en México, hubo anomalías de trastadas similares que involucran nombres de la talla de Carlos Fuentes, Malú Huacuja y José Saramago, y que los escritores afectados, todos distantes de la gloria, han denunciado sin respuesta oficial alguna.

En términos prácticos el “escándalo Alatriste”, sólo muestra el nivel del oficio “cultural” imperante en la Nación. No pasa de ser la habitual controversia por los cotos de privilegio y el largo etcétera de vicios inherentes a los grupúsculos del “arte”, aunque el escritor ya haya renunciado al premio.

Quizás salga raspada la Universidad, pero, molestias aparte, en el entorno de la intelectualidad payolera, ¿quién está libre de pecados semejantes o peores?.

El que firma, por supuesto, ha leído la obra de Alatriste y la de sus acusadores sin encontrar, honestamente, mayor importancia que la que ellos mismos y sus cuates se dan.

Sólo el tiempo y la posteridad colocarán a tanto “pensador patrocinado” en el olvido que se merece.

No hay comentarios: