POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
A todo santo le llega su fiestecita y al Arzobispo Emérito de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, quien centrará el poder eclesiástico durante 17 años en la región del Bajío, espacio importantísimo de las prácticas menos tolerantes de la fe, ha sido removido del cargo.
Personaje siniestro de la alta curia mexicana, Juan Sandoval resumió lo peor del pensamiento ultra conservador de la época y, desde su condición de mandar en el seminario vocacional más grande del mundo y “administrar” a más de mil 100 sacerdotes, se ganó el desprecio de propios extraños debido a la sinrazón de suponer que su labor era desprestigiar la postura integradora de la religión.
El “señor” no dejaba pasar una y lo mismo se enfrentaba públicamente con Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), por aplaudir las enmiendas constitucionales de mayo de 2008 en materia de derechos humanos que, según la carta que envió al Vaticano, afectaban la lucha por la familia y la vida, o acusaba sin pruebas sólidas una conspiración para asesinar al cardenal Juan Jesús Posadas, su antecesor.
En una pésima lectura de impunidad, Sandoval Íñiguez perdió literalmente la brújula y asestó golpes mediáticos a quien se le pusiera enfrente, incluso, a sus propios correligionarios. Imitando el intocable cura del pueblo, el prelado arrastró hasta donde quiso la autoridad eclesiástica, fortaleciendo la perspectiva adversa que el grueso de la inteligencia nacional tiene contra los sacerdotes católicos.
Gradualmente, el Arzobispo pasó de los espacios dedicados a las noticias serias a las secciones de mofa y burla sanguinaria.
Hartos de malos tratos, abusos y sacrificios inútiles, Hace más de ocho meses un grupo de inconformes envió una carta al nuncio apostólico, Christophe Pierre, y al Vaticano, en la que solicitaban la remoción del cardenal Sandoval Íñiguez.
En el documento le recriminaban al purpurado la “soberbia” con la que actuaba y la falta de diálogo que tuvo con una parte de su presbiterio.
La carta no tenía los nombres de los sacerdotes firmantes, y los propios autores explicaban en ella al cardenal Sandoval: “Te puedes preguntar por qué no darte nuestros nombres... Esto pasa por temor a represalias y a que tú no has sabido dialogar con serenidad, en una actitud de verdadera escucha”.
Señalaban también que están “cansados de su autoritarismo, de su cerrazón al diálogo y del miedo que infunde, de su soberbia y de sus polémicas declaraciones que provocan división aun entre los miembros de la Iglesia”, y por eso le solicitaban que “abandone todo poder humano y que le pida al papa Benedicto XVI que acepte su renuncia irrevocable”.
En el documento le pedían que actuara como “un hermano, un padre, un pastor” para que tenga confianza con todos, y que no sólo recurriera a “un grupo de predilectos” que no siempre le dicen la verdad. Y puntualizaban: “Al ganarte la confianza de todos los sacerdotes, no tendrías que recurrir a un grupo reducido de predilectos, que la mayor parte de las veces sólo te alaban pero no te dicen la verdad”.
En otra porción del texto se ventiló: “Sabemos con seguridad que el Seminario Diocesano tenía un fondo de alrededor de tres mil 500 millones de pesos como patrimonio para dicha casa de formación de los seminaristas y años después se informó que está en crisis en bancarrota”.
Los sacerdotes disidentes, por su parte, le dicen al purpurado: “También te queremos decir que con tus declaraciones y tu modo de pensar tan especial, has creado mucha polémica, divisiones y hasta enemistades dentro y fuera de la Iglesia católica. Para que vivas en una paz bonita, interior, profunda, ya no hables, no opines... ¡Aléjate de ese mundanal ruido, de todo lo externo y material, de todo poder humano y dile a tu gran amigo el Papa que te deja ya libre, sin compromisos, sin responsabilidades… que acepte tu renuncia irrevocable para que te puedas dedicar a tu mundo interior, gozar y contemplar tranquilamente todo lo bello, noble y santo que cada día nos regala nuestro excelente Padre Dios”.
Expresan: “Don Juan te perdonamos de todo corazón tu mal genio, tus gritos y autoritarismo; se te pasó la mano y dabas juicios sin tomar en cuenta un discernimiento colectivo, comunitario…, pero también pídenos perdón para estar a mano... Consejo de amigos: ¡sonríe, alégrate, deja ya esa cara seria, adusta, que parece que a diario éstas enojado y nervioso. Sé sencillo, humilde, que des confianza y ganas de platicar contigo, reconoce tus errores y no infundas miedo, sino cariño y comprensión”.
Le recuerdan que “son ciertas las palabras de Jesús: habrá un juicio sin misericordia para quien no práctico la misericordia. Y en este campo de la misericordia entran los pedófilos y homosexuales, hermanos nuestros, obispos y sacerdotes que han caído en esos errores (…) pero creemos que dichos errores o caídas no se van a acabar con sanciones férreas, amenazas, mano dura, castigos o pagando millonadas por demandas o asilenciando a los medios de comunicación social o a los mismos violados o a sus familiares, sino quitando ya esa ley humana del celibato, pues en los primeros once siglos del catolicismo se podían casar obispos y sacerdotes o también guardar el celibato opcional”.
En la misma carta le recomiendan: “Hermano, padre, pastor, don Juan, ¡apasiónate del proyecto del Reino de Dios. Sé fiel al evangelio de Cristo y no a los humanos que fallamos. Sé sencillo humilde, pobre, como cuando viviste tu niñez y adolescencia de un ranchero inocente de Los Altos de Jalisco… Desvanece tu ego que te ha engañado, haciéndote creer que eres casi como Dios”.
La carta, que ya está en manos de su sucesor, el arzobispo Francisco Robles Ortega, fue escuchada en las alturas y Juan Sandoval tendrá que rendir cuentas por su proceder.
Derrumbado efectivamente por un golpe de arzobispado, Sandoval Íñiguez resentirá el cobro de un sin fin de agravios cometidos en contra de colectivos de mujeres y grupos de derechos humanos, homosexuales, intelectuales, académicos, dirigentes de partidos políticos y periodistas.
En realidad, nada que no se merece. Citemos uno de los escándalos que enfrentó como titular de la arquidiócesis de Guadalajara fue la construcción del Santuario de los Mártires, cuando el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, ofreció 90 millones de pesos para la obra. La reacción de la sociedad civil fue presentar cerca de siete mil demandas por el mal uso de los recursos del erario; ante la presión social el donativo se canceló.
Adicto al poder, veremos cómo reaccionará el sujeto a la realidad del “ex” y la manera definitiva en que la Iglesia y la Sociedad se deshacen de él y su filosofía troglodita.
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