POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Cuatro de febrero de 2011, la actriz francesa, María Schneider, murió a los 58 años víctima de un cáncer.
Puesta así, la noticia parece no serlo. Falta anotar que esa mujer fue protagonista principal en “El Último Tango en París”, película de Bernardo Bertolucci que, a principios de los años setenta del siglo pasado, cimbró la opinión publica internacional al plantear una historia de sexo y amor, en ese orden, llamada a considerarse una de las obras maestras del género erótico cinematográfico.
A los 19 años, después de un casting entre un centenar de jóvenes, María Schneider consiguió el papel de “Jeanne”, acompañando a Marlos Brandon en otra experiencia única, típica de uno de los últimos monstruos sagrados del celuloide.
El papel y la controversia que suscitó, pusieron a la Scheneider en una postura poco favorable para continuar una carrera en una industria que la encasilló y, a la larga, le provocó una crisis a causa de la crudeza de las escenas y el rompimiento de cualquier posibilidad de inocencia que quedara en su mente.
“Cuando leí El último tango en París, yo no vi nada que me preocupara. Yo no quería ser una estrella, y mucho menos una actriz escandalosa. Más tarde, me di cuenta de que había sido manipulada por Bertolucci y Brando”.
Curiosamente, después de no dejar nada a la imaginación en cuanto a los recovecos últimos de su cuerpo, María se negó en redondo a efectuar desnudos en otro título. “Yo soy una actriz, no una prostituta”. Pero el mal ya estaba hecho, en diferentes ocasiones productores y directores trataron que aceptara posar en cueros ante una cámara sin éxito.
En 1980 logró el premio César a la mejor actriz secundaria por su actuación en La Dérobade, la mayor recompensa que atesoró.
A la deriva entre depresiones y drogas María Schneider terminó convirtiéndose en una anti heroína de la vida real, que un plato podía codearse con Michelangelo Antonioni, Jacques Rivette, Claude Chabrol o Franco Zeffirelli.
En diferentes entrevistas, Bernardo Bertolucci afirmó que quería que el papel de Jeanne en El último tango en París lo interpretase Dominique Sanda, pero esta se quedó embarazada y, puestos a buscar a otra actriz, decidió que fuese desconocida, o casi. Escogió a Maria Schneider por su cara aniñada, su melena de rizos y su cuerpo voluptuoso. Según Bertolucci, Schneider era “como una lolita pero más perversa”.
Sin mayores detalles, la familia de la actriz anunció el fallecimiento con un lacónico “María murió en París tras una larga enfermedad”.
Nos es claro que maldiciones aparte, “El Último Tango en París” estará ligado eternamente a las pasiones devastadoras, la mantequilla como lubricante sexual y la música de Leandro “Gato” Barbieri, además de la firma inquebrantable de Bertolucci y el ocaso de Brandon.
El boleto a la inmortalidad nunca es barato.
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