POR: RAÚL GÓMEZ MIGUEL
A él que lo esculquen. Carece de vínculos con Diego Fernández de Cevallos y Fernando Gómez Mont. Bueno, eso dice. Sin embargo, la suspicacia invade. Primero, tan ya sabía del resultado del cabildeo, que llegó con esposa e hijos a la sesión del Senado, donde lo investirían. Segundo, los otros competidores nomás miraron. Tercero, exhibiendo una gentileza extraña, los familiares del señor pasaron al salón Colosio, contiguo al recinto de plenos, para observar el desarrollo de la votación. Cuarto, un sector del equipo de prensa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no lo perdía de vista.
Así después de cinco meses de espera, fue designado nuevo ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Jorge Mario Pardo Rebolledo, quien sustituye al fallecido José de Jesús Gudiño Pelayo. El problema es que es señalado por propios, extraños y distraídos como un alfil legislativo del siniestro Jefe Diego y leguleyos que lo solapan.
Pardo Rebolledo, arriba en un momento político crucial, pues hay pendientes cuando menos 23 casos de resolución, debido a que con más frecuencia de la habitual, los diez ministros en funciones quedaban empatados en las votaciones a favor o en contra de los proyectos presentados por sus pares. La diferencia que haga, empero, puede apoyar intereses peculiares y ajenos al espíritu imparcial de la ley.
El proceso de selección del ministro fue inusualmente accidentado, al haberse rechazado una primera terna de mujeres enviada por el Ejecutivo federal, y luego llevado al límite de sus tiempos legales el nombramiento definitivo de Pardo. No obstante, las alarmas sonaron fuerte y, barbas avante, el candidato de Cevallos llegó para quedarse.
Pardo logró unificar a las tres principales bancadas en el Senado de la República. Incluso obtuvo 97 votos a favor, más de la mayoría calificada que establece la ley.
Durante la votación en el pleno se emitieron 114 sufragios, 97 de ellos a favor de Pardo Rebolledo, lo que se convirtió en un apoyo abrumador frente a los 12 votos que obtuvo Jorge Higuera Corona, y los cuatro que alcanzó Alberto Gelacio Pérez Dayán. Hubo también un voto nulo.
Antes, los tres aspirantes —Jorge Higuera, Jorge Mario Pardo y Alberto Gelacio— expusieron en tribuna su propuesta para ocupar un asiento en el pleno de la Corte.
Dándole el beneficio de la duda, Pardo Rebolledo no ostenta algún punto relevante, políticamente hablando, que le merezca la entrega de las multitudes. Efectivamente, tres décadas metidas en el ajo no son poca cosa. No obstante, conociendo la perfidia de la casta grillera, hubo ganancias adicionales que se verán en los movimientos prácticos del nuevo ministro.
Ahí están los casos rudos que la Corte tendrá que votar: la decisión de si aceptar o no el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el sentido de que México debe de poner límites a la jurisdicción militar a raíz de la desaparición forzada de Rosendo Radilla; si los funcionarios públicos pueden impugnar ante tribunales la entrega de información solicitada por ciudadanos, a exigencia de los órganos de transparencia; o la determinación acerca de la reforma electoral, que prohíbe desde 2008 a los partidos políticos contratar propaganda en medios electrónicos mediante el llamado “amparo de los intelectuales”.
Repetimos: él dice que no los conoce, que no les debe nada, aunque a la distancia se comenta que el encumbramiento del ministro es el regreso triunfal de la reacción retardataria comandada por el místico Diego y las legiones fanáticas de la cruz y la espada.
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