POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
En lo que va de este sexenio sangriento, las madres y los padres de las víctimas de la guerra contra el crimen organizado, decretada por el calderonismo, nada tienen que celebrar; sus hijos yacen muertos, desaparecidos, mutilados o afectados por una violencia que los tomó como rehenes.
Estamos seguros que el tiempo pondrá en el lugar correcto a esta panda de criminales de cuello blanco, muy cerca del que ocupan los entes siniestros que persiguen.
En derecho, no sólo es criminal el ejecutor, sino el que da la idea o una orden, o firma un decreto.
Frente a Felipe Calderón, cualquier presidente del siglo XX es una hada buena, contrastando el costo en vidas que ha cegados en la necedad psicótica.
Un documento de trabajo de la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados estableció que al menos 23 mil jóvenes han sido reclutados por las organizaciones criminales durante este gobierno.
Con un saldo preliminar de 10 mil menores huérfanos y 120 mil personas desplazadas, los lacayos del Partido Acción Nacional y la mafia de íntimos que rodea a Calderón, pretenden que los electores los mantengan en el mando de la nación.
Aquí y ahora, los supuestos cuarenta mil decesos de este encuentro maldito, sólo son un referente de una realidad aterradora que falta por contar.
Familias rotas, mutiladas y dolidas constituyen el electorado que la derecha decimonónica pretende atraer a través de piltrafas humanas, metidas a secretarios de estado, o mequetrefes sinvergüenzas que por la libre buscan la ubre.
En otro renglón, existen 14 mil casos denunciados de violaciones sexuales, relacionados con los operativos de las fuerzas de seguridad pública.
Desde hace un año, el gobierno federal no ha atendido un punto de acuerdo en la Comisión Permanente que se le hizo para hacer un desglose pormenorizado de las víctimas por la lucha anticrimen, en el cual se precise edad, sexo y situación legal.
Ante el reloj político, los “calderonistas” no mostrarán esa información y, probablemente, 2012 concluya por encima de las sesentas mil muertes.
Por ende, declaraciones como la de Ernesto Cordero, seudo delfín del presidente, deberían de ser menos cínicas.
“No venimos a la antigüita, a eventos muy grandes con acarreados, utilizando recursos públicos, nosotros venimos como se debe de hacer, de cara a la sociedad buscando convencer a la ciudadanía de que el partido es la mejor alternativa”.
En la enésima prueba de su enanismo mental, el burócrata parte de una premisa equivocada: no está en un proceso electoral promedio, está hundido en un mar de sangre que lo hundirá irremediablemente.
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