POR: EL DODO DU CINEMA
"The Hurt Locker", ganó el Óscar a la mejor película de 2009, y su directora Kathryn Bigelow fue la primera mujer en levantar la estatuilla por mejor dirección. Hasta aquí el asunto pudo calificarse como predecible ante una premiación floja, en términos generales, y con pocas películas verdaderamente memorables. Había que dar la nota histórica, dándole a las cineastas locales la mayoría de edad por su contribución a contar historias de cine.
La industria cinematográfica de Hollywood, eligió entre los pasones tecno-espirituales-ecologistas de “Avatar” y una cinta que, a pesar de las alabanzas de la crítica seudo especializada, es una justificación bastante apropiada para aleccionar a las masas que la guerra es una droga permisible, si portas el uniforme de los Estados Unidos, y un crimen si te defiendes de la ocupación de tu país. Además, qué mejor si es una dama quien lo filma.
James Cameron, el gran perdedor de la noche, comparó “The hurt locker” como el “Pelotón” de la invasión a Irak, cuando el filme de Oliver Stone es una introspección a la psique de los soldados estadounidenses en Vietnam cansados de la destrucción y la matanza en la que estaban participando, y no una exposición sensacionalista de valor idiota en la tradición de Chuck Norris, Charles Bronson o Jean Claude Van Damme.
En el filme de Bigelow no hay remordimientos ni crisis morales. Los integrantes de la unidad que desactiva bombas están más preocupados por salvar el pellejo que en reflexionar por qué están arriesgando la vida. Hace su “chamba” y aguardan ser liberados de la carga. Menos el héroe que se automargina del sueño americano: la casa y la familia para regresar a la línea del deber.
En esa visión reducida de las cosas, propias del imperio, Irak o Afganistán son, desde el punto de vista de la cinematografía aceptada, escenarios a modo para demostrar la supremacía de Amerikkka.
Por esos giros extravagantes de la memoria colectiva, lo que en la Era del enloquecido Bush ofendía a las buenas conciencias, con Obama alcanza un tono de heroísmo hueco con un fundamento de adicción.
En consecuencia, el adicto es un enfermo, alguien que necesita ayuda y comprensión, que no se halla sin su “pase” y cuyos actos no son productos de la razón, sino de su padecimiento. Una salida decorosa a la brutalidad implícita en toda conflagración.
“The hurt locker” es una película mediana que, por cuestiones ideológicas y coyunturales, llega al Óscar para ser olvidada. No obstante, es un indicador de cómo se le está vendiendo la tragedia a los electores de la Casa Blanca, para quienes es tristísima las masacres de delfines en Japón, pero no los estragos a largo plazo que sus tropas aplican a otros seres humanos en otras naciones.
Un Óscar de ocasión para un proyecto que rebasó la utilidad propagandística que lo sustenta.
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