POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Para variar, México ingresó a la realidad virtual a tontas y a locas. Si en el ámbito de la realidad concreta, aun no lo queda claro qué hacer, en la esfera de la virtualidad permanece en la edad de piedra en cuanto a las adecuaciones políticas, culturales y sociales necesarias.
Como va, México es el segundo lugar en cuanto a pornografía infantil en la Red se refiere, y por lo menos 40% de los infantes que conectados son contactados por pederastas.
“El asunto es sumamente delicado porque, según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), cuatro de cada 10 menores de edad que navegan en Internet llegan a ser contactados por un pederasta”, denunció Lina Ornelas, Directora General de Autorregulación del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), Lina Ornelas.
El comparativo mundial es fuerte debido a que en México, los infantes pueden ignorar muchas cosas, pero en materia de innovaciones tecnológicas van al día, sin evaluar los riesgos de penetrar en un universo que apenas y reconocen.
“Por ello es indispensable que la sociedad civil y las autoridades en protección de datos tomemos acciones inmediatas para establecer medidas que los protejan. Por un lado, hablarles de los riesgos a los que están expuestos, que aprendan a emplear el anonimato, utilizar seudónimos, cambiar contraseñas y no proporcionar información real cuando chatean con desconocidos”, subrayó Ornelas.
Desgraciadamente, los adultos mexicano tampoco cantan mal las rancheras y, muchas veces, son los primeros en abrirse de capa ante los requerimientos informativos de las redes sociales. De hecho ¿cuántos padres conoce que tan pronto nace el hijo le abren su página en el sitio correspondiente?.
Según los registros de diversas organizaciones no gubernamentales por lo menos 150 mil niños mexicanos han sido enganchados a través de la web por grupos de pederastas que se dedican al tráfico de personas o que los utilizan en páginas de Internet pornográficas.
El mismo ambiente de clandestinidad que priva para un infante al ingresar a páginas porno facilita que el depredador sexual se aproveche, gana su confianza y el silencio absoluto indispensable para sus crímenes.
Cayendo en el cliché, las autoridades suponen que alertando a los padres, los docentes y la industria lograran estándares mínimos de seguridad. No obstante, dejan de lado el monumental trabajo institucional que demanda la revolución tecnológica que vive el planeta.
Simplemente el marco jurídico nacional en materia de Internet es risible, sólo por no enfatizar su ausencia.
Los pederastas se mueven rápido y en promedio tardan quince días en grabar o fotografiar a una víctima, de tal suerte que los familiares son incapaces de reaccionar.
En un estudio elaborado por Bit Defender asegura que 89% de los padres de familia estima que sus hijos han sufrido acoso cibernético en alguna ocasión, y más de la mitad cree que sus hijos fueron “muy afectados” por esa situación; que 87 por ciento de los padres dijo conocer sólo a 65 por ciento de los contactos de sus hijos. El otro 35 por ciento son amigos virtuales.
El estudio de BitDefender se centró en evaluar frecuencia y contexto del acoso cibernético, usando una muestra de mil 740 padres de cinco países.
Por ende, en términos reales el problema es más grave.
Adriana Labardini, de la organización Al Consumidor, estableció que en 2010, 12% de los ciberdelitos en México se cometió desde equipos móviles, lo que impidió un seguimiento correcto de los criminales y mostró la dificultad de proteger efectivamente los datos personales.
En 10 años, el intercambio informativo entre Estados Unidos y Europa, por ejemplo, pasó de 400 millones a 2 mil millones de cibernautas.
El futuro está aquí, nuestra obligación como país es qué hacer con él, y ahí nuestras raquíticas estructuras de poder son inútiles.
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