POR.- ROLANDO GARRIDO ROMO
En estos días se ha podido observar un mosaico de asuntos que van a definir la interminable crisis y el agujero en el que va a caer México en los próximos 5 ó 6 años (sí, aún más), debido a la insaciable ambición de unas élites políticas y económicas sólo preocupadas por mantener su poder, riqueza y privilegios; que están bien dispuestas a seguir pasando todos los costos a la golpeada, desinformada, desorganizada (por más que haya surgido esa iniciativa llamada Estamos Unidos México, que aún no se sabe bien a bien quien patrocina) y siempre empobrecida población mexicana.
Se anuncian con bombo y platillo dos crisis en instituciones públicas fundamentales para el país, el IMSS y las universidades estatales; se nos dice que están quebradas, principalmente debido a los compromisos por pensiones y jubilaciones. El IMSS entrará en crisis definitiva en el 2012.
La solución no pasa por revisar las infladas plantillas de funcionarios de confianza, ni hacer auditorias para establecer todos los gastos superfluos y la corrupción que lastra al IMSS y a las universidades públicas en las entidades federativas. Tampoco pasa por revisar un presupuesto federal, en el que prestaciones y asesorías para esa casta divina de los funcionarios públicos se llevará 190 mil millones de pesos el próximo año; ni tampoco en hacer pagar a los grandes corporativos de este país los miles de millones de pesos que “difieren”, o que de plano no pagan, por las generosas leyes fiscales que sólo benefician a los grandes, pero que aprietan hasta lo último a los ciudadanos de a pie.
La solución vendrá cobrando más impuestos a las clases medias y populares; modificando la ley de pensiones del IMSS para que los trabajadores en activo paguen más y la edad de jubilación se retrase (igual que se ha hecho ya en Francia y que ha provocado ese movimiento de protesta, que ni por asomo se plantea en México); y por supuesto proponiendo en las universidades públicas la posibilidad de cuotas (en donde no existen), o aumento de ellas (en donde ya hay) para los estudiantes, con objeto de que las finanzas de esas instituciones puedan sobrevivir a la catástrofe.
En suma, los de arriba piden préstamos, se roban nuestros impuestos, cometen fraudes, despilfarran de lo lindo y cuando ya no les alcanza para seguir en su fiesta interminable, bueno pues que paguen los de abajo; total no protestan, no se quejan, son como zombis.
Por otro lado, el gobierno federal ha iniciado una gran ofensiva (otra más) en los medios de comunicación, a través de sus francotiradores (en este caso de medias verdades o de mentiras completas), para convencer a la población de que no sólo no hay de otra que seguir con el enfrentamiento directo y devastador (con todo y daños colaterales) contra el narcotráfico, sino que se requieren muchos, pero muchos más recursos económicos para esa guerra que durará años y años (ya se solicitaron más de 13 mil millones de pesos adicionales para la SEDENA, con objeto de contratar a otros 10 mil soldados y comprar más armas y pertrechos).
Para eso vino el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos a la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en Cancún. Vino a ratificar que el gobierno de México hace lo correcto, que la matanza entre cárteles, del gobierno contra ellos, de los cárteles contra la población, del gobierno contra los ciudadanos, de todos contra todos, es absolutamente necesaria, inevitable y es el único camino para que algún día en un lejano…lejano futuro, nuestros bisnietos (si bien nos va), agradezcan a las cuatro generaciones anteriores por haber hecho tan magnífico sacrificio.
Que se vaya a la porra el desarrollo social, el crecimiento económico para todos (no sólo para el grupito de privilegiados de arriba), la educación, la salud, las oportunidades de empleo digno, todo eso que realmente detiene y derrota al crimen organizado. No que va, todo eso puede esperar 5, 10, 15, 20 años, los que sean; primero van los carros de combate, los fusiles de asalto, las granadas, los misiles tierra-tierra, los uniformes de campaña, los juegos de guerra en la computadora: ya vendrá después la reconstrucción, nuestro Plan Marshall propuesto por los gringos, para levantar de nuevo al país, que será para entonces un páramo.
Una más, el presidenciable Peña Nieto nos anuncia su proyecto de desarrollo económico sustentable, que se basa en promover las energías limpias, para lo cual nos propone cobrar más impuestos para lograrlo; y también para aprovechar el agua correctamente y en especial poner colectores de agua de lluvia en todas partes, pues aumentar el precio del agua que consumimos; y para reciclar y reutilizar la basura, pues también, otro piquito de dinero que paguen los ciudadanos para lograr tan loable acción.
En suma, aquí los fregados de siempre, los que no tenemos empleo, o tenemos empleos mal pagados, los que sufrimos las consecuencias de la corrupción, los fraudes y el mal gobierno; los que engrosamos las estadísticas de los “fuegos cruzados; los que tenemos que salir a buscarnos la vida en la economía informal o tratando de pasar al otro lado; somos los que tenemos que pagar los platos rotos de ayer, de ahora, y los que ya están preparándose para romper en el futuro las corruptas y cínicas élites de siempre.
Ante ese tsunami de “obligaciones” que ya nos tienen preparados los de arriba para los próximos años, lo único factible es que la reducida clase media (no como pretende hacer creer el salinista Aguilar Camín, que México ya es un país “de clase media”) se va a derrumbar, y con ella, el pago de impuestos, en especial el ISR; las clases populares se refugiarán aún más en la economía informal y en la emigración; una parte no desdeñable de los jóvenes (millones de ellos) sin futuro, optarán por seguir engrosando las filas del crimen organizado y de la delincuencia común; y la inepta, corrupta y demagógica clase política del país seguirá como esclava de los grandes intereses económicos (legales e ilegales), y defendiendo sólo sus intereses (familiares y grupales). El desastre continuará, no hay duda, porque todos los costos del mismo recaen siempre sobre la misma población fregada, desorientada, desinformada y cada vez más temerosa, que sigue esperando un milagro, o un Mesías, que la salve.
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