POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
OATH
I
Creo en la resurrección
del espíritu
y en la superioridad
de mi mente
sobre la putrefacción
de la carne.
Creo
en el derecho divino
a ser juzgado por mis actos
y en la rebeldía
a renegar de la voluntad
de dioses que desconozco.
Creo
en la corrupción definitiva
de mi cuerpo
y del éxito personal
como lo entienden los hombres.
Creo
en el retorno
a la energía del universo
y la trascendencia de unos cuantos logros:
una idea, un sentimiento
y algunos semejantes
arraigados.
Creo
en percibir
la presencia
de mis deudos
y la oportunidad
de susurrarles consuelo.
Creo
en un yo
fragmentado al infinito
y en la luz que irradie
cada recuerdo
al momento de irme.
Creo
en un creador
con mi nombre
y con mis rasgos
que hable duro,
asuma el pecado
y reviente la virtud.
II
Cuando pierda
el control de mi humanidad
un comité de parientes
elegirá el santuario
de mis restos
y en la gestión considerarán
que debo agradecerles
el gesto.
Una pleurante
adornará una lápida
fuerte, labrada, imponente
y en letras góticas
mis iniciales perpetuas
acompañarán sendas fechas:
el parto de mi madre
y el nacimiento de mi ausencia.
Una amante resentida
podrá sugerir un ángel;
un infante doliente
no nacido
por mi obstinación horrenda
a no continuar la especie.
Yacerá, el que fui,
en fríos jardines,
en tierra vieja y ramas podridas,
rodeado de olvidos y estirpes perdidas;
estará en el valle tenebroso
esperando la apertura del cielo
y el descenso redentor
expuesto en cualquier estampita
de creyente ingenuo
atado a la estupidez.
Siento decepcionar
pero las piedras que pongan
tendrán otro cometido:
impedir que mi alma escape
de la media que domina:
descansaré luchando
y agitando los eones.
No construyan tronos
que no ocuparé,
no esculpan mandamientos
que no cumpliré,
no eleven insignias
de credos imposibles de cumplir,
no me crucifiquen
en la culpa de un mártir
vencido, vejado e incomprendido
desde hace dos mil años;
respeten mi voluntad
y amortájenme
en mis ideales.
III
Acepto la excepcionalidad
de los transformadores espirituales
insertos en la historia;
de vírgenes aparecidas,
ungidos profetas
y predicadores belicosos
no espero revelación mínima,
en mi transición mortal
simplemente
me reconfortará la certeza
de haber vivido sin más atención
que mi talento
y el credo supremo
de aceptarme como soy
en el amplio defecto
de mi mortalidad.
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