Para Raúl y Marcia, con un abrazo solidario y seguro de que su fortaleza, inteligencia y carácter les permitirán superar cualquier adversidad, en medio de la barbarie y la apatía sociales que parecen ahogarnos, pero que superaremos con determinación inquebrantable.
ROLANDO GARRIDO ROMO
Hoy estamos ante la consolidación del poder tecnocrático y especulativo de unas élites ajenas por completo a México, que a partir de la explotación brutal del trabajo de los mexicanos y de nuestro territorio, han puesto al país al servicio de sus amos.
Después de las crisis económicas de 1976 y 1982, las élites económica (forjada mediante el proteccionismo, el contratismo y la corrupción gubernamental) y política (consolidada mediante el partido hegemónico y el corporativismo) que se habían enquistado en el poder principalmente desde el alemanismo (1946-52), se debilitaron a tal grado, que permitieron la llegada de la tecnocracia formada en la SHCP (y en su hija ilegítima la Secretaría de Programación y Presupuesto) y el Banco de México, vinculadas a la Reserva Federal y a las élites especulativas y depredadoras de Wall Street y la City londinense.
La prioridad cambió, ya no era mantener controlada y relativamente satisfecha (aunque pobre y de vez en cuando reprimida) a la mayoría de la población; ahora era extraer hasta donde fuera posible (o sea antes del exterminio) la riqueza socialmente generada, para concentrarla en unos cuantos empresarios consentidos y en un grupúsculo de políticos vinculados por estudios, experiencias vitales, gustos consumistas y admiración acrítica, a los potentados de Washington y Nueva York.
La apuesta funcionó, aprovechando el cambio de paradigma a nivel internacional, con el reaganismo y el thatcherismo coincidiendo en su cima, con la implosión del podrido y retrógrado imperio soviético, llevándose en su derrumbe a las patéticas y autodestrucivas izquierdas de medio mundo, incluidas significativamente las latinoamericanas.
Con el grupo comandado por Carlos Salinas, México acabó por fundir su destino con el de Estados Unidos, mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La apuesta era que el aparato productivo mexicano quedara imbricado tan estrechamente con las prioridades, vaivenes y ciclos económicos del gigante del Norte, que para cualquier grupo que llegara al poder en México, resultara imposible intentar otro camino que el de la subordinación al dólar y a los dictados del Departamento del Tesoro, la Reserva Federal y los organismos financieros internacionales que responden a los intereses de Washington, como el FMI y el Banco Mundial.
La primera prueba de que México no podía intentar ninguna vía alterna o medianamente independiente de la ruta fijada por nuestros vecinos septentrionales la tuvimos en 1995, cuando la mafia de la SHCP y el Banco de México saquearon el erario, dejando al país a merced de sus acreedores, que demandaron al petróleo como garantía de los préstamos para “salvar” al país.
México quedó hipotecado, y el pueblo como siempre, debió pagar los platos rotos, a través de los pagarés del Fobaproa, que a la fecha suman 800 mil millones de pesos, y cada año inciden brutalmente en el presupuesto, pues hay que seguir pagando intereses y sólo una mínima parte del principal.
La última crisis del 2008, fue muestra más que clara que México está indefectiblemente amarrado al destino fraudulento y depredador de los especuladores de Wall Street, pues la economía mexicana fue la que mayor desplome tuvo en Latinoamérica (-6.5% en 2009), yéndose a pique junto con los gringos, gracias a que las élites económicas y políticas que devastan al país desde hace 30 años, encuentran su beneficio sólo en los manejos turbios de la bolsa, los tipos de cambio (como ahora sucede a nivel mundial) y los monopolios privados, que cuando fracasan son “salvados” con dinero de los impuestos de la población.
Por ello, México está en un laberinto. No encuentra la salida, porque nuestros “líderes” no están para guiarlo correctamente, para buscar solución a sus problemas o para situar a México como un país desarrollado y exitoso. NO, su única función es obtener el mayor beneficio económico posible, con la menor oposición social y la mayor satisfacción de sus verdaderos jefes en Washington y Nueva York.
Pero estas élites tienen a sus francotiradores en los medios de comunicación (Aguilar Camín, Sarmiento, Loret de Mola, Krauze, Zuckerman, Alazraki, etc.), que permanentemente están hablando de la necesidad de privatizar todas las empresas públicas, de abrir más espacios a la iniciativa privada; de permitir que se hagan más y más negocios para una minoría privilegiada, en suma, de concentrar aún más el ingreso y la riqueza en unos cuantos.
Por ello, los acontecimientos que ahora se verifican en Francia, son un gran ejemplo de lo que una población consciente y combativa debe hacer para intentar detener la depredación y la explotación que sin vergüenza alguna, llevan a cabo las élites económicas y sus títeres gubernamentales.
La salida del laberinto no vendrá de los políticos de siempre, de las elecciones arregladas, que sólo nos dan como opción entre el esclavo A o el esclavo B del gran capital.
La solución está en la organización de la sociedad, en la movilización para detener las leyes y las políticas públicas que siguen exprimiendo hasta la médula el trabajo de los mexicanos; en quitarle sustancia a instituciones podridas, que sólo existen para defender los intereses de una minoría.
Mientras sigamos “legitimando” a las actuales élites que devastan al país, el panorama seguirá, no igual, sino cada vez peor. Es hora de actuar.
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