jueves, 7 de octubre de 2010

REFLEXIONES PERIODÍSTICAS: MÉXICO LIGHT

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Tarde, pero predecible, México llegó a la cultura light, a esa que como la comida y la bebida de este tipo, carece de sustancia, contenido, riesgo, afectada por el dinero, el poder, el éxito, el placer ilimitado y sin restricciones, porque no hace daño, no cuestiona, impugna ni trasciende.

En el México light la banalidad es medio y finalidad en sí misma, se vive por vivir y se evita la realidad peligrosa.

Nos hemos convertido en una sociedad correcta entregada al placer inmediato, libre y a la medida de lo que podemos pagar a crédito o al contado. Todo es consumismo; comprar por comprar, desde la redención hasta el gadget inútil que la moda impone. Permitimos lo imposible y rechazamos cualquier traba que frene el movimiento de la satisfacción personal, aunque afectemos a nuestros íntimos. La relatividad de las cosas nos quita pecados, sanciones y responsabilidades. El cinismo es el rostro aceptado en nuestra feria de vanidades.

La sociedad actual mexicana no posee referentes de ninguna clase, no los necesita. El vacío moral que padece encuentra fórmulas instantáneas de satisfacción de corta duración y la sensación de un largo fin de semana. No es feliz, sin embargo, está llena de las mercancías necesarias para enloquecer su compulsión.

El hombre vale por el patrimonio, inteligencia, habilidades o espíritu no sirven de mucho. El multimillonario, lícito o no, marca tendencia. El mérito es el dinero.

El nuevo hedonismo mexicano plantea pasársela bien cueste lo que cueste. Loa grandes ideales que obligan mortificación, sacrificio y disciplina mutan a experiencias totales ilimitadas, nuevas, excitantes y suicidas. Con el pensamiento muerto, la indolencia campea en la promesa de reinventarse cada temporada.

La permisividad vuelve cómplice hasta al más distante, sin embargo, al no existir una reflexión crítica de la conducta, se exime la culpa y se tolera el desmán, la decadencia, los vicios públicos y las orgías privadas.

La improbable revolución pierde programas y objetivos. La secuencia de propuestas políticas es inservible y el llamado al cambio no se hace por la justicia social, sino por la igualdad de acceder a las mismas evasiones. Cada ideología promueve sedantes propios que nos harán felices a cambio de la lealtad de los muertos.

La subjetividad redacta las normas. No se restringe, no se libera. Estamos en el limbo democrático. Reclaman nuestro parecer y a la primera, es olvidado. De cualquier manera, el aval colectivo se da por sentado. El pueblo no quiere complicaciones, dejémosle ser.

La elección consumista es el máximo derecho de una sociedad light. Compra, compra, compra.

Luego nos preguntamos por la debilidad de nuestros pensamientos, la inconsistencia de las convicciones, la asepsia del compromiso, la indiferencia, el culto al pragmatismo, la estadística hecha ética, la moral neutral, el valemadrismo y el terror a presentar en público una disidencia a los hipnotizados.

Esta es la sociedad mexicana que hemos construido o, al menos, la que nos tratan de colgar para aclarar el fracaso de nuestro pueblo.

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