domingo, 3 de julio de 2011

PINCHE Y PINCHE DISCOS: JAMES DOUGLAS MORRISON

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

El tres de julio de 1971, James Douglas Morrison, cantante, letrista y líder del grupo de rock “The Doors”, murió dentro de una bañera en París, Francia, a la edad de 27 años.

El afamado “rey lagarto”, es una de las personalidades emblemáticas en la historia del rock and roll universal.

Aunque sin alcanzar las cimas poéticas de Bob Dylan o la oscuridad perversa de Lou Reed, en “The Velvet Underground”, la obra de Jim transita entre las metáforas ácidas, la rebeldía convencional y los clichés progresistas de una época contestaria.

Anclado en la zona negra de la conciencia humana, Morrison personaliza las ideas filosóficas y estéticas de Aldous Huxley y William Blake.

Pionero indiscutible del “performance” melodramático, el cantante de “Las puertas” cimentó la celebridad en el exceso vicioso y el culto a la autodestrucción.

Producto coyuntural de la década prodigiosa, Jim, al igual que Janis Joplin o Jimi Hendrix, sustentan el éxito mercadológico de la rebeldía juvenil.

La evolución histriónica de Morrison es asombrosa, si partimos de un remedo de cantante que no puede mirar de frente al público, hasta el torbellino devastador que incita a la masa a la encarar a la autoridad y hacerse del poder.

Asfixiado en los emblemáticos pantalones de cuero, la melena alborotada y el seudo trance hipnótico, Jim Morrison se funde en la imaginación popular, auspiciada por una campaña publicitaria que lo compara con Dioniso, la deidad griega de la sensualidad absoluta.

Detrás del mito Morrison, construido fervorosamente por Ray Manzarek, organista de la banda, encontramos una crítica inmadurez emocional, impotencias de todo tipo, abusos físicos y mentales, hasta caricaturas satánicas y alucinógenas.

Arrastrado en la decadencia inducida, Morrison trató de ser un “poeta maldito”, un decadente francés del siglo XIX, capturado en un espectáculo que ha dado de comer a varias generaciones.

En México, la religiosidad a Morrison no deja de ser barata, en especial por la habitual barrera de la lectura y la comprensión del idioma. Patrimonio de la clase media baja y popular, el “Jim” es un referente obligado para las capillas ardientes de los “Bitles”, los “Rolín” y el “Cridens”.

Amantes de la estampita, los fanes emplumados se ha creído toda la mitología del “Morrison” sin tener a bien sumergirse en el alma creativa del homenajeado.

Como plaza fuerte de la nostalgia, los sobrevivientes de “The Doors” han venido a México muchas veces con el éxito asegurado, pues, acá la devoción a los difuntos es neta.

En lo particular, la discografía tiene momentos excepcionales, sin embargo, asomado en otras fuentes, la propuesta de Morrison es limitada y, en el presente, gracias a Oliver Stone y Joel Schumacher, no sabemos si estamos ante el novio de Meg Ryan o el hijo del Conde Drácula.

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