POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
El derecho a la información y la libertad de expresión en una sociedad democrática tienen que garantizarse por encima de intereses cortos, obvios y mezquinos. En especial cuando los reveses recibidos obedecen al eterno conflicto del dominio entre política y civilidad.
El diario argentino Clarín publicó, en su edición del lunes 28 de marzo de 2011, una portada en blanco, en protesta por el bloqueo sindical que la víspera impidió su salida y la del periódico La Nación, ambos opositores al gobierno.
El periódico de mayor circulación en este país sudamericano presentó una portada en la que sólo estaba escrito el cabezal, pero en una doble edición abundó en notas sobre el repudio que generó la medida de fuerza.
“La primera página de esta edición está en blanco. Es un símbolo del silencio forzado, de la censura impuesta por otros caminos, y una metáfora sobre en que se puede convertir el periodismo si se siguen restringiendo los espacios de libertad”, dijo Clarín en su editorial.
Agregó que la portada “es también una protesta directa contra el autoritarismo de quienes han decidido, por convicción o ingenuidad, minar una de las principales condiciones de una sociedad libre que es expresar con libertad cualquier opinión”.
La víspera, unos 50 sindicalistas bloquearon las plantas impresoras de Clarín y La Nación durante 12 horas, lo que impidió que ambos diarios, los más influyentes de Argentina, pudieran circular con normalidad en domingo, que es el día en que más venden.
Directivos de los dos medios de comunicación argentinos explicaron que solicitaron apoyo policial para desactivar la protesta, pero no obtuvieron ningún respaldo de las fuerzas de seguridad.
Por ello, líderes de la oposición advirtieron que iniciarán un juicio político contra la ministra de Seguridad, Nilda Garré, mientras que los periódicos afectados denunciaron que ningún miembro del gabinete repudió la protesta sindical y sus consecuencias.
Sin embargo, el diario oficialista Página 12 publicó declaraciones del ministro del Interior, Florencio Randazzo, quien dijo que el gobierno no avala “ninguna situación que atente contra la libertad de prensa” e indicó que se trató de “un conflicto de índole laboral”.
El bloqueo a Clarín y La Nación no es el primero, pero intensifica el enfrentamiento que ambos diarios protagonizan desde hace tres años con el gobierno y que se ha traducido incluso en peleas judiciales.
Es significativo que, en cualquier parte del mundo, cuando el establishment se siente amenazado, recurra a medidas de choque para evitar la libre circulación de las ideas. La postura, lejos de evitar males mayores, precipita la atención de la gente y es un incentivo a la toma de partido, precisamente por impedir la discusión de posibilidades analíticas.
El periodismo mundial atraviesa por una temporada difícil, ya sea por la despiadada competencia tecnológica de otros vehículos de información, como por la negativa del poder establecido a reconocer errores y revertir consecuencias desastrosas.
En una visión minimalista pareciera que el periodismo es sólo palabra escrita, destinada a la nada, no obstante, defiende una de las causas esenciales de la civilización: estimular la inteligencia para, en conjunto, tomar la mejor decisión del porvenir.
Como expusiera Voltaire, es posible disentir de pensamientos, pero la defensa del ejercicio de la libre circulación de las ideas es una causa no negociable.
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