POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
A raíz de saberse que la Selección Mexicana de Fútbol enfrentaría a Argentina para seguir con vida en la Copa del Mundo Sudáfrica 2010, el pueblo de México entró en el habitual desencanto derrotista. La idea general es que el representativo del país caerá frente a los albicelestes por el marcador que sea.
Ni el Dodo Pambolero que es nacionalista a ultranza se escapa de clavar el pico y esperar la hora de la ejecución.
Como lo he repetido en otras colaboraciones, la Selección es microcosmos de la Sociedad Mexicana, y por ello, de mi preocupación.
Me es increíble que en pleno año del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia todavía sigamos pensando que cualquiera nos derrota, que no servimos más que para el ridículo y que lo mejor que nos pudiera pasar es que desapareciéramos de la faz de la tierra.
Con esa mentalidad y si los mexicanos fuéramos la totalidad de los seres humanos, hoy estaríamos en la edad de piedra.
Mi invitación es muy simple, cada uno de nosotros, los supuestos perdedores, tenemos una historia de éxitos personales que bastan para darle confianza a cualquiera, en balde a pesar de todo, incluso de nuestros propios intereses, estamos aquí correteando el sustento y las condiciones precarias impuestas por los gobernantes.
A mí que no me vengan con pérdidas antes de tiempo. Brasil, Argentina o todas las potencias juntas tienen un porcentaje natural de riesgo; no son invencibles. Eso decían los nazis y miren cómo les fue, o los estadounidenses en Vietnam, o los aztecas de los españoles. El quid es tener una mentalidad de pelear un resultado con tamaños, con agallas, con “güevos” para que se entienda. Posiblemente salimos raspados, posiblemente no. Sin embargo, lo que nadie te quita es que saliste a partirte la madre, a no tener contemplaciones y a soltar fregadazos hasta el último instante. Así hasta la derrota sabe a victoria porque enfrentamos el miedo y el rival debe de admitirlo.
Si Argentina gana, bien, si México, también, pero que se salga a dar el millón por ciento, no a echarse para atrás y opacarse. Los mexicanos podemos tener todos los defectos de la especie, no obstante, nos sabemos poner al tú por tú en situaciones extremas, y para la masa emplumada, el partido es una situación de esas.
Yo no pido proezas. No creo en la casualidad, sino en la causalidad, y voy a apoyar a la Selección siempre y que se muera en la cancha, que transmita que el marcador es irrelevante comparados con la furia y la tenacidad de noventa minutos. De ese México soy, no de Calderolandia, no del agachón y abusado por idiota.
No dependamos de los pretextos, responsabilicemos las acciones. Así construimos la Nación. No existen ganadores previos. Mientras el balón esté en movimiento cualquier cosa es factible. Únicamente imploro al alma de cada uno que NO nos derrotemos antes de tiempo y que en todo lo que hagamos impongamos el derecho a tener la victoria por mérito y no bajarle la mirada a ningún pendejo.
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