POR: EL DODO PAMBOLERO
Fue un domingo futbolero mundialista que pintaba feo. Eslovenia ganó a Argelia un gol a cero, y Ghana hizo lo propio con Servia a un tanto contra nada. En ambos juegos no valió la pena levantarse temprano. Fueron encuentros de trámite y bastante chelelos, gracias a las limitaciones de los jugadores y la escasa celebridad que gozan en el circuito futbolero profesional.
A la hora de la comida o el almuerzo, según el mexicano, Alemania hizo su debut en la Copa del Mundo encarando a Australia, en un partido pitado por un árbitro controvertido de la liga mexicana de fútbol profesional.
Pese a un madruguete fallido por los australianos, los alemanes, en un promedio de edad máximo de veinticinco años, pusieron las cosas en su lugar y demostraron lo que es el balompié de altura, de un Mundial. Cuatro goles bastaron, aunque debieron de ser más, surgidos de un combinado de jugadas maestras, para despedazar a la defensa australiana y honrar la tradición de victorias de esta selección veterana, tres veces campeona del mundo.
Con una expulsión no muy clara y una ausencia definitiva de concentración en los once jugadores, Australia mordió el polvo de forma aplastante y por las anotaciones recibidas, le tocará navegar contracorriente, si desea su pase a la siguiente ronda.
A mi juicio, Alemania-Australia fue el primer juego del mundial en que se jugó a ganar y demostrar la razón de estar en la cancha. Los futbolistas alemanes, no como nuestros remedos de torteros, en ningún instante bajaron de ritmo y buscaron abultar el marcador sin recular o ponerse de sentimentales por la arrastrada dada a los australianos.
Simplemente, como tiene que ser, los teutones jugaron al fútbol, anotaron, golearon y dejaron una excelente impresión en el público a no asombrarse que estén en las rondas por venir, hay con qué y, en especial, hay tamaños, no como los ingleses que no quisieron despedazar a los Estados Unidos.
En el tercer día, Alemania trajo el fútbol serio a Sudáfrica e hizo valer el espectáculo.
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