POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Mientras la masa embobada se intoxica de fútbol, el país resiente modalidades ofensivas inéditas del crimen organizado. Esbirros o personal uniformado, ataques y ejecuciones son por igual. Lo que cambió es la metodología y el manejo de los recursos. Hoy las ejecuciones se han vuelto operativos perfectamente montados sin pérdidas de eficiencia y cercando daños colaterales. Cárceles, centros de rehabilitación, oficinas, domicilios, carreteras y calles son escenarios de fusilamientos en plena forma sin que la respuesta gubernamental vaya a resolverlos. En la espiral del asesinato masivo, cada giro es mayor en rapidez e impacto, quebrando la fe, incluso, de los arrastrados eternos.
La descomposición del régimen calderonista está resaltada precisamente el rubro que creía sencillo de resolver. En la lógica cuadrada del burócrata, las fuerzas armadas del Estado bastaban para poner a los cárteles de la droga y actividades ilícitas conexas en cintura. No ocurrió así y, regresivamente, la Federación fue perdiendo capacidad de respuesta hasta caer en la gestación de “tierras de nadie” en las que pocos se atreven a entrar.
Las cercanas elecciones intermedias darán cuenta del costo político adverso al partido en la presidencia y el enorme reto que adquiere la oposición ganadora. En el régimen actual, ser “político” es una actividad de alto riesgo. Todos son víctimas potenciales.
El mentado “hueso” ahuyenta a las moscas arribistas por el alto precio de inseguridad a pagar. Sin embargo, en la propaganda de la Presidencia de la República, México avanza y es una postal divina para el extranjero y los pelmazos que se la crean.
No obstante, las pocas oportunidades en las que la legalidad podría ser la diferencia, se anteponen los malditos intereses de clanes y acá está la Suprema Corte de Justicia de la Nación reculando ante la posibilidad de aportar elementos jurídicos en el deslindamiento de responsabilidades en la tragedia de la guardería ABC. Los magistrados hacen malabares con la papa caliente y están eligiendo suavizar la contundencia del veredicto para no afectar la imagen del gabinete presidencial.
Cabe recordarle a la Suprema Corte que el calderonismo no tiene quitamanchas posible, que está sucio de la cabeza a los pies y que el veredicto de la Historia será implacable, no por la habitual ratería, sino por desintegrar el precario equilibrio de la población civil, esa a la que tanto se refiere y a la que pone de carne de cañón, en una guerra perdida que todavía puede llegar más hondo.
Es evidente que la ciudadanía requiere de una evasión y el mundial de fútbol cumple ese papel. Desgraciadamente, la eliminación o la calificación del seleccionado nacional a la siguiente ronda no cambiará el orden de cosas y tampoco frenará el derramamiento de sangre. Necesitamos dividirnos y poner atención en las decisiones trascendentales y no cargarnos a ponernos la “negra”, la “verde” o modo de complicidad eufórica por un asunto que honestamente ni nos ni nos viene.
No sólo de fútbol vive el hombre.
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