POR.- LA REDACCIÓN Y REFERENCIAS DE DIVERSAS FUENTES ON LINE E IMPRESAS
La madrugada del 28 de junio de 1969, una redada policial en el bar Stonewall Inn, ubicado en Greenwich Village, Nueva York, desató por primera vez una reacción violenta de parte de la comunidad LGBTTTI (que son las siglas que designan colectivamente a los grupos Lésbico, Gay, Bisexual, Travesti, Transgénero, Transexual e Intersexual) contra la arbitrariedad de las autoridades y el abuso de poder.
El Stonewall Inn, ubicado en los números 51 y 53 de la calle Christopher, como otros establecimientos de la Urbe de Hiero, era propiedad de la familia mafiosa de los Genovese.
En 1966 tres de sus miembros invirtieron 3.500 dólares para convertir el Stonewall Inn en un bar gay, después de haber sido un restaurante y un club nocturno para heterosexuales.
Una vez a la semana, un policía, cuando no, recogía un sobre de dinero como soborno, ya que el Stonewall Inn no contaba con una licencia para vender bebidas alcohólicas. Tampoco contaba con agua corriente, por lo que los vasos sucios se enjuagaban en una palangana con agua para ser utilizados de nuevo. No había salidas de emergencia y constantemente había problemas con el drenaje de los baños. Aunque en el bar no había prostitución, se vendían drogas y se realizaban otras prácticas ilícitas.
Era el único bar para hombres gays en la ciudad de Nueva York donde se permitía bailar, por lo que, desde su reapertura como un lugar gay, el baile era su atracción principal.
Los clientes del Stonewall Inn eran recibidos por un portero que los inspeccionaba a través de una mirilla. La edad mínima legal para el consumo de bebidas alcohólicas era de 18 años y, para prevenir la entrada de policías encubiertos, los visitantes debían ser reconocidos por el portero o debían tener aspecto de gays para poder entrar.
La entrada costaba 3 dólares durante los fines de semana, lo que incluía dos vales de bebida. Se obligaba a los clientes a firmar con sus nombres en un libro para hacer constar que entraban en un club privado para adultos, pero raramente lo hacían con sus nombres verdaderos.
Había dos pistas de baile en el Stonewall. El interior era de color negro, para crear un ambiente muy oscuro que se acentuaba con luces de color y lámparas de luz negra. Si se detectaba la presencia policial encendían las luces normales para indicar que todos debían dejar de bailar o de tocarse.
En la parte de atrás del bar había una sección más pequeña que frecuentaban los hombres con pluma.
El Stonewall era uno de los dos únicos bares donde podían acudir hombres afeminados que se maquillaban y se cardaban el pelo (aunque usaban vestimenta de hombre). Los porteros sólo dejaban entrar a unos cuantos travestis o drag queens.
La abrumadora mayoría de los clientes eran hombres, aunque algunas lesbianas acudían al bar de vez en cuando. Los jóvenes sin techo que dormían en el cercano parque Christopher Park solían intentar entrar para que los clientes les invitaran a beber.
La edad de los clientes oscilaba entre los jóvenes que no llegaban a la veintena, hasta los que sobrepasaban los treinta y había una proporción aproximadamente igual de blancos, negros e hispanos. Debido a la diversidad demográfica, su ubicación y la atracción del baile, el Stonewall Inn era el bar gay más popular de la ciudad y, por ende, el objetivo de ataques por parte de los grupos conservadores.
En el seno de la contracultura de la década de los sesenta, el movimiento en pro de los derechos humanos y la diversidad sexual tuvo que transitar desde la reunión de grupúsculos “comprometidos” hasta las manifestaciones multitudinarias.
Las redadas policiales en bares de “ambiente” eran comunes en la época, sin embargo, los agentes de policía perdieron el control de la situación en el Stonewall Inn y atrajeron a una muchedumbre, provocando que se rebelasen y encararan a los uniformados, siguiendo las pautas marcadas por los estudiantes encolerizados de las universidades del mundo en 1968.
La tensión entre la policía de Nueva York y los residentes gays de Greenwich Village produjo más protestas la siguiente tarde, y sucesivamente varias noches después. En cuestión de semanas, los residentes del Village rápidamente se organizaron en grupos de activistas para concentrar esfuerzos en aras de establecer lugares para que gays y lesbianas pudieran manifestar abiertamente su orientación sexual sin miedo a ser arrestados.
La cobertura mediática influyó para encontrar una salida política al asunto, sin menoscabo de la integridad de la Policía y sin alentar disturbios sociales que se fueran de las manos.
Conscientes de su poder de convocatoria y enardecidos por el maltrato acumulados por décadas, los gays y lesbianas de Nueva York hicieron frente a obstáculos de índole generacional, de clase y de género para formar una comunidad cohesionada. A los seis meses se habían creado dos organizaciones de activistas gays en Nueva York, con objeto de realizar protestas de confrontación, y además se fundaron tres periódicos para promover los derechos de las minorías sexuales.
El 28 de junio de 1970 tuvieron lugar las primeras marchas del Orgullo Gay en las ciudades de Nueva York y Los Ángeles, conmemorando el aniversario de los disturbios. Con el tiempo, otras ciudades fueron organizando marchas similares. Hoy día se celebran actos del Orgullo Gay anualmente por todo el mundo hacia finales de junio, para recordar los disturbios de Stonewall y plantear las demandas que cada comunidad exige a la sociedad a la que pertenece.
Por encima del color y el espíritu de carnaval que contienen las marchas, está la dignificación de una diferencia sexual que comenzó, como siempre ocurre con la testaruda humanidad, con una lucha frontal para arrebatar espacios y leyes igualitarias por encima de la subjetividad dominante.
Así que hoy que tome las calles de la Ciudad de México, la comunidad LGBT evoca a esos hombres y esas mujeres que dijeron basta y facilitaron la expresión pública del derecho inalienable a gozar de una intimidad libre y respetada.
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