POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Coincidiendo con el análisis de Rolando Garrido, el día de ayer, la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, uno de los que el pueblo creía intocable por simbolizar las causas más repugnantes de la grilla nacional, tiene implicaciones que aún están en expansión.
Primera.- Fue la pésima cobertura mediática del hecho y los dimes y diretes en las redes sociales que inundaron en minutos la opinión inducida y como por arte de magia, terminaron alineadas detrás de la postura oficial de la Procuraduría General de la República, quien, a través de comunicados escuetos, estableció que era la única instancia autorizada para informar del caso, situación sospechosa precisamente por decretar el silencio y hacer recular a los aventurados reporteros que ya habían puesto veladoras a la memoria del ex Senador. ¿Qué ocultó ese silencio autoritario?
Segunda.- El retraso de la salida del presidente Felipe Calderón a España como si estuviera aguardando datos duros suficientes para deslindarse en corto de la cargada negativa del panismo tradicional ante la eventual caída de su paladín por excelencia. Sin embargo, lejos del habitual boletín prometiendo la aclaración del drama, campante acude a la península y reitera que no reducirá la guerra contra el narcotráfico, en una especie de contestación típica estilo “me vale madres, lo que haya sucedido, yo sigo esparciendo muerte”. ¿Qué movió a esa indolencia?
Tercera.- Basados en la experiencia, el tiempo se acorta en el destino de Diego Fernández al no saberse de algún contacto de los secuestradores o, de menos, una manta adjudicando el acto a un grupo desestabilizador, poniendo el presunto secuestro en la terrible opción de un levantón. Es evidente que por el tipo de intereses que sustenta el “Jefe Diego”, el autor intelectual de la desaparición está sumamente interesado en conseguir lo que desee de inmediato, sin contemplaciones o averiguaciones, convirtiendo el peor de los escenarios en una realidad próxima.
Cuarta.- Conspiración política o delictiva, el golpe a Diego Fernández posee una clara advertencia, dentro del contexto de ingobernabilidad del país y los procesos electorales al interior de México, creemos que más allá del dinero, en este evento hay fuerzas que escapan a la imaginación del ciudadano común.
Quinta.- A semejante agresión corresponde al grupo dominante detrás del “Jefe Diego” exigir la venganza o quedar neutralizado, opción que es inadmisible. El calderonismo, a causa de añejas fricciones con el secuestrado, es señalado como el primer sospechoso y el primer obstáculo a tumbar en la próxima asamblea nacional del PAN. El mal pensamiento no es fortuito precisamente por las constantes amenazas y muertes a candidatos blanquiazules sin que Los Pinos se den por aludidos.
Sexta.- Leyendo “SINSEN”, el Dodolector habrá notado que Diego, por encima de la filiación derechista ultra, supone negociar y asociarse con ejemplares despreciables del poder institucional de todas las ideologías, lo que hace aun menos sencillo que la afrenta quede sin saldarse. En la lógica de las mafias de cuello blanco priva la máxima de devolver golpe por golpe al nivel que sea.
Séptima.- El incremento de sucesos “raros” posterior a la muerte Juan Camilo Mouriño, el verdadero cerebro del actual sexenio, demuestra que el reacomodo en el verdadero círculo del poder nacional no se ha concluido y que la operación limpieza está ocurriendo en todos los estratos de la sociedad.
Octava.- Sea cual sea el desenlace de la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, alguien se ha puesto en ventaja y en una posición fuerte de imponer condiciones que no son las barrabasadas seudo democráticas que escupe la propaganda política.
Nueva.- Es una perversa compañía, pero a diario nos enteramos de la existencia de conflictos sociales en que la violencia estalla, precisamente, por la reflexión del pueblo: si a los de arriba les hacen esto, qué me puedo esperar yo.
Y sólo es lunes.
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