POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
En una década, el Partido Acción Nacional (con la gran ayuda de amigos y enemigos) llevó a México al punto de quiebre absoluto. Hoy, simplemente, paga las consecuencias de la ineptitud para gobernar y la locura de un presidente que no midió las consecuencias de agitar las aguas putrefactas del crimen organizado.
Es lamentable que la desaparición del “Jefe Diego” se limite a incrementar la percepción de los ciudadanos de a pie a una vulnerabilidad impuesta, sin embargo, muy pocos, para no decir nadie, tiene una consideración humanitaria por un personaje producto de la oscuridad del sistema grillo mexicano, que nunca político.
La lejanía de la elite dominante con respecto al pueblo es abismal y, en consecuencia, aunque sea usado de bandera, sabe que esos bichos son letales, cínicos, corruptos e intocables. No obstante, ha aprendido a sobrevivir a pesar de ellos.
Los DODOS comparten la visión popular de detrás de la campaña lacrimógena y sensacionalista que han montado los medios y los periodistas a sueldo para ennoblecer a Diego de Fernández, subyace la necesidad de los señores feudales de no quedarse solos. Por eso la insistencia de buscarle olor a santidad a un hombre que contribuyó activamente al desmoronamiento de los principios ideales de la República y que hizo del beneficio personal casi una industria formativa para otros entes que se ostentan como guardias de la Patria.
Sin embargo, aun en ese grupo supuestamente compacto, cual emperador romano alienado, Felipe Calderón deshoja margaritas para afianzar la sucesión presidencial sin valorar, por ejemplo, que la oposición política camina con mayor seguridad gracias al incendio que decretó el Ejecutivo y el resquebrajamiento interno de la Derecha que admite una equivocación grave al darle paso a grupúsculos arribistas que se aprovecharon de una historia que no sudaron.
El “neopanismo” es un absurdo y el saldo lo confirma. Pueden estar las fuerzas de seguridad peinando los estados en busca de Diego Fernández, pero en el fondo Calderón palomea el aparente control definitivo del PAN y lucubra el reparto de plazas a sus amigos que, aunque no sirvan, están para llenar la nómina.
La suerte que corra Diego Fernández tomará en consideración el acomodo de las piezas claves de la burocracia y venderá muy cara el argumento de la utilidad de las instituciones en manos de funcionarios cobardes, imbéciles y ciegos.
La prueba de lo que aquí escribimos, es que distantes a la preocupación, nuestra gente comenzó la semana trabajado y lo seguirá haciendo más allá del rescata del “Jefe Diego”, sabe (y he ahí lo triste) que ese tipo como tantos otros sólo la han perjudicado y que, afortunadamente, nada les debe. O sea en buen mexicano: que se chingue.
En el año de los festejos nacionalistas, resulta que lo que se repiten las condiciones históricas de los levantamientos que les dieron origen como una abominable mascarada de una clase que no ha entendido su papel en el devenir de México.
Es imposible demandar humanidad por alguien contrario a ella, y ese razonamiento debería de quitarle el sueño a quienes el poder los ha envilecido.
Señoras y Señores, las cuentas se pagan.
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