POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Siempre he pensado que los festivales infantiles del Día de las madres son un monumento a la mala leche, el escarnio público y la cursilería atroz.
¿Qué culpan tienen las señoras, después de haber cargado por nueves meses y soportar toda la vida a unos engendros nacidos del amor, para soportar estoicas año tras año los espectáculos alucinantes, organizados por profesoras especializadas en la tortura sicológica y la destrucción de la autoestima ajena?
Como cualquier hijo de vecina, tuve la inigualable experiencia de participar en esos freak shows del Diez de mayo, haciendo gala de mis habilidades dancísticas, retóricas, acrobáticas y cuanta mafufada paso por la mente de mis mentoras.
Sin embargo, de la interminable lista de recuerdos de las torturas perpetradas evocó la de “Paquito”.
“Paquito” es un poema que jamás debió de escribirse, simplemente porque es una oda a la culpa edípica mediante el sucio truco de la madre muerta y una cantaleta moral sobre el de por sí jodido escuincle, que además indirectamente lo acusan de matricida para deleite de las fieles de San Nabor, ejemplificando por omisión el terrible castigo que pende sobre los chamacos traviesos.
No sólo la lectura del pinchurriento poema es en sí una mentada de madre, sino que las herederas del Santo Oficio escolar obligaban a los grupos a memorizar tal patraña y elegían a un desgraciado niño a recitarla a las futuras “cabecitas de algodón” en calidad de “mea culpa” y para que suelten lágrimas de cocodrilo, asintiendo el clásico razonamiento materno “piensa si te me voy”.
¿No me creen?, pues, tengan.
PAQUITO
“Cubierto de jiras,
al ábrego hirsutas
al par que las mechas
crecidas y rubias,
el pobre chiquillo
se postra en la tumba,
y en voz de sollozos
revienta y murmura:
‘Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras’.
Y un cielo impasible
despliega su curva.
‘¡Qué bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
las velas grandotas
que olían a curas;
y tú en aquel catre
tan tiesa, tan muda,
tan fría, tan seria,
y así tan recula.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras’.
Y un cielo impasible
despliega su curva.
‘Buscando comida
revuelvo basura.
Si pido limosna,
la gente me insulta,
me agarra la oreja,
me dice granuja,
y escapo con miedo
de que haya denuncia.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras’.
Y un cielo impasible
despliega su curva.
‘Los otros muchachos
se ríen, se burlan
se meten conmigo,
y a poco me acusan
de pleito al gendarme
que viene a la bulla;
y todo, porque ando
con tiras y sucias.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras’.
Y un cielo impasible
despliega su curva.
‘Me acuesto en rincones
solito y a oscuras.
De noche, ya sabes
los ruidos me asustan.
Los perros divisan
espantos y aúllan.
Las ratas me muerden,
las piedras me punzan...
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras’.
Y un cielo impasible
despliega su curva.
‘Papá no me quiere.
Está donde juzga
y riñe a los hombres
que tiene la culpa.
Si voy a buscarlo,
él bota la pluma,
se pone muy bravo,
me ofrece una tunda.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras’.
Y un cielo impasible
despliega su curva.”
Valiente cosa. Además de que el protagonista de “Huérfanos, casos de la vida real”, nótese que es güerito y rubio, va por esas calles de Dios, de pena en pena, mientras el cielo y sus habitantes les vale literalmente madres lo que le suceda, el papá tiene a bien recetarle unos trancazos nomás para que no dé lata y se lo cargue el carajo. Total, por repetición, la mamá de Paquito se murió por los corajes que le atizaba el niño por ser desmadroso.
Para acabarla de joder, resulta que el abuelo de Marcia Trejo, Amado Trejo Patraca, fue secretario de Salvador Díaz Mirón, autor de este monstruoso relato, o sea que el mentado Paquito está vinculado al blog por línea de sangre.
Nota.- El DODO SABIO conocedor de las limitaciones idiomáticas de algunos de sus Dodolectores, que aunque hablen español, no lo hacen correctamente, aclara lo siguiente. Jiras se refiera a que la ropa de Paquito está desgarrada; ábrego es un viento templado que viene del sudoeste y que trae las lluvias; hirsuta significa de carácter áspero.
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