Por: EL DODO PAMBOLERO
Con un primer tiempo rebosante de agresiones, errores de arbitraje, faltas y tarjetas amarillas, la Selección Nacional de México logró en los minutos finales, a través de Giovani Dos Santos, anotar un gol de impecable manufactura a su similar de Costa Rica en calidad de visitante.
Sin mucho planteamiento táctico, a no ser la permanente molestia al rival, los jugadores de ambas escuadras insistieron en caldear los ánimos y ejercer un fútbol totalmente CONCACAF: elemental, ríspido y perdedor.
El jugar en la cancha de Costa Rica, afectó el rendimiento de un equipo mexicano metido en la protección y cuestionado en el ataque. No obstante, la diferencia personal de Dos Santos puso los cartones en una ventaja mínima, indispensable en cualquier cambio de propósito ideado por Javier Aguirre.
El segundo tiempo permitió el lucimiento absoluto de Dos Santos como el mejor jugador joven del encuentro al ofrecer dos pases terminados en gol por Guillermo Franco y Andrés guardado, respectivamente, devastando las aspiraciones de los costarricenses para acudir a la Copa del Mundo en Sudáfrica.
Con el partido resuelto México mantuvo un dominio de la cancha y estimuló una escena pocas veces en los partidos oficiales internacionales: la afición de Costa Rica comenzó a irse del estadio Ricardo Saprissa veinte minutos antes de concluir el encuentro, manifestando el pobre alcance de sus seleccionados.
El marcador de 3 goles a cero a favor de México le devuelve el alma a los patrocinadores y a la Federación Mexicana de Fútbol ante el cuestionamiento público de las cualidades técnicas de Javier Aguirre; ahora se tratará de mantener el ánimo y regresar a los escépticos las dudas vertidas.
La masa de aficionados tricolores recibieron, en un contexto de realidad amarga, una buena noticia al constatar una superioridad deportiva sin menoscabo de rivales o los clásicos pretextos del “ya merito”.
El domingo amanecerá sonriente. Esta vez no se hizo el papelazo, los convocados estuvieron a la altura, se tomaron las decisiones tácticas exactas y hubo una diferencia impuesta por un jovencito, verdadero representante de cuanto deseamos sean las generaciones venideras de deportistas mexicanos: entrones y ganadores.
Y vaya un reconocimiento, a pesar de pertenecer al Club América, a Cuauhtémoc Blanco, quien a sus treinta y seis años todavía espanta a los rivales y otorga lecciones de experiencia, colmillo y visión, atributos sólo concebibles en la madurez y siempre respetables en los momentos de crisis.
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