martes, 28 de diciembre de 2010

REFLEXIONES PERIODÍSTICAS: TRABAJO, EL REINO DE LOS NIÑOS

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Fortaleciendo el dizque espíritu de fraternidad universal que propicia el fin del año, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló que 14 millones de niños de entre cinco y 17 años trabajan en América Latina y el Caribe en condiciones que ponen en riesgo su seguridad y su vida; el 10 por ciento del total del rango.

A ese dato tendremos que sumarle la cifra de 100 millones de personas en esa zona del orbe que viven con menos de un dólar al día.

Dicho de otra manera, no es que los menores de edad les guste la adrenalina o los deportes extremos, simplemente, trabajan en riesgo porque carecen de otra oportunidad.

En la 17 Reunión Regional Americana de la OIT, celebrada en Santiago de Chile, se aceptó que América Latina generó mayores avances en la materia de protección laboral del menor, sin embargo, el avance es desigual, considerando las características particulares de cada país.

Una constante en la explotación de niños es la vulnerabilidad de las poblaciones indígenas y la diferenciación entre varones y mujeres para asignarles las peores formas de laborar.

En 2010, según la OIT, la población de niños y niñas de entre cinco y 17 años en América Latina asciende a 141 millones de personas, de los cuales 14 millones se encuentran trabajando.

Diez millones de menores de edad realizan trabajos que son peligrosos y/o amenazan su integridad física y psicológica.

Del total de niños que trabajan, cuatro millones son adolescentes de entre 15 y 17 años que realizan trabajos peligrosos, en tanto más del 60 por ciento del total se desempeña en tareas vinculadas a la agricultura.

Sólo uno de cada cinco niños recibe un salario ya que la mayoría de ellos trabaja para su familia, sin remuneración.

No obstante, de 2006 a la fecha se observa una disminución de un punto porcentual en el número de niños y niñas de entre cinco y 14 años que trabajan en América Latina y el Caribe, lo que representa una disminución de un millón de personas aproximadamente.

Quizás comparado con las cifras siniestras, la reducción no sea llamativa, pero un millón de menores no expuestos a la crueldad es una victoria a tenerlos a todos.

Desgraciadamente, la explotación de menores es una actividad productiva atrayente, lícita o ilícita, por ende, difícil de erradicar, en especial, en naciones que adolecen de una aplicación seria de la ley y la justicia, que es el caso de México.

Pecando de inocencia, la OIT cree que la educación de calidad frenaría la expansión del problema, dejando de lado, factores como la alimentación, la calidad en las condiciones de vida y la eficiencia normativa.

Por un momento, pensemos en los “sicaritos” y el largo etcétera de “empleos” obligados que el crimen organizado dispone para ahorrarse dinero y esfuerzo con la lógica capitalista de que los menores de edad son sacrificables y constituyen una mano de obra barata en constante renovación; o en las empresas “legales” que esclavizan a la niñez con mil y una estratagemas para que produzcan en su provecho.

No vayamos lejos, ¿quién está detrás de los menores que peinan las calles de la ciudad para reclamar una moneda?

Esa es la maldita realidad.

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