sábado, 21 de enero de 2012

EL DODO DICE: REPRESIÓN HIGH TECH

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Ya no se trata de imitar a los cavernícolas y macanear a los disidentes para imponer el orden. La tecnología debe de procurar respuestas menos políticamente incorrectas, pero con similar resultado.

En lugar de porras o balas de goma, algunos departamentos de policía de Estados Unidos están utilizando cañones sónicos para controlar las manifestaciones, pese a que los críticos dicen que el molesto ruido puede dañar el oído. Vanguardia ante todo.

Por fortuna, un número mayor de policías y organismos de respuesta a emergencias han echado mano de los llamados Dispositivos Acústicos de Largo Alcance en lugar de megáfonos o altavoces convencionales para controlar a las multitudes. El principal fabricante, LRAD Corp. de San Diego, advierte el producto fue desarrollado como una opción no letal para uso militar. O sea que no maltratan, nomás atarantan.

Sin embargo, los aparatos han suscitado las críticas de quienes han sentido los efectos y llaman "cañones de sonido" a los aparatos.

La ciudad de Pittsburgh impugna en tribunales una demanda de la Asociación Nacional para la Defensa de los Derechos Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), según la cual una mujer sufrió daño permanente en un oído debido al tono penetrante de uno de esos aparatos que utilizó la policía durante la cumbre del Grupo de los 20 en 2009.

Al menos un manifestante del movimiento Ocupemos Wall Street dijo que la policía de la ciudad de Nueva York también aplicó el sonido, aunque la corporación señaló que lo utilizó sólo para emitir mensajes.

Cuestionamientos adversos aparte, la LRAD sostiene que sus productos ofrecen a la policía una alternativa mejor que un simple megáfono y más benigna que disparar balas de goma o lanzar gas lacrimógeno para casos en los que se pretende controlar multitudes, poner fin a una toma de rehenes o comunicarse a una distancia segura con sospechosos que pudieran representar peligro.

Ante todo es decisivo asegurar que la represión sea efectiva sin arriesgar al represor. Está bien meter una arrastrada a la multitud sin ensuciarse las manos, el uniforme y los accesorios.

"Todos estos acontecimientos han contribuido al interés hacia los Dispositivos Acústicos de Largo Alcance como una nueva alternativa para atender este tipo de situaciones en las que antes no se contaba con ellos".

Los dispositivos (LRAD, por sus siglas en inglés) no son un arma sino un sistema de comunicación de largo alcance para la difusión clara de información, instrucciones y advertencias.

La empresa, que cotiza en bolsa, registró ventas sin precedentes por 26 millones de dólares en el año fiscal 2011 que terminó el 30 de septiembre, un incremento del 57% sobre las del año anterior. Los clientes militares en el extranjero y el país representan al menos el 58% de la comercialización de los aparatos.

En su informe de fin de año que difundió el 5 de diciembre de 2011, la compañía auguró un aumento de las aplicaciones comerciales de los LRAD en ámbitos que abarcan la acción policial.

La empresa desarrolló los aparatos para la Armada de Estados Unidos tras el ataque en 2000 contra el buque de guerra Cole que dejó numerosos muertos frente a las costas de Yemen, a fin de dotar a los marineros de un aparato mediante el cual pudieran enviar órdenes a las embarcaciones pequeñas que se acerquen a naves militares norteamericanas.

Hasta 2009 sólo se conocía la aplicación marítima de los dispositivos, entre éstas disuadir a los piratas de asaltar cruceros. La empresa LRAD dijo que en 2005 la Guardia Nacional de Louisiana utilizó los aparatos para comunicarse con las víctimas del huracán Katrina.

Los productos varían desde una unidad de 6.8 kilogramos (15 libras) de peso, manual y de baterías, a un aparato de 141 kilogramos (320 libras) con un alcance de casi 3.2 kilómetros (dos millas).

Incluso la unidad más pequeña, la LRAD 100x, emite un sonido de 137 decibeles a un metro de distancia. Este ruido es mayor al que produce un jet que despega a 100 metros de distancia, pero se ubica debajo del nivel de los 140 decibeles que causa dolor al oído, según la Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo.

Los aparatos de la LRAD están ajustados para que emitan un sonido abajo del umbral que podría causar daño permanente a la audición. Sin embargo, reconoció que una exposición prolongada al ruido puede causar daños, tal como ocurriría si se escuchara una sirena por mucho tiempo.

El sonido a corta distancia causa malestar a la mayoría de las personas, las cuales tienden a cubrirse los oídos y retirarse.

Un reportero de The Associated Press fue testigo en septiembre de una demostración del modelo 500X con capacidad para 149 decibeles en la Base Quantico de la Infantería de Marina, en los suburbios de Washington, en el norte de Virginia. A una distancia de unos 228 metros (250 yardas) emitía con claridad palabras habladas, el silbido grabado de un tren y un chirrido molesto que es el tono de alerta.

Karen Piper, profesora de inglés en la Universidad de Misurí, visitó Pittsburgh en septiembre de 2009 durante la cumbre del G20 para investigar si las movilizaciones tenían alguna repercusión en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Piper, de 46 años, asegura en su demanda federal que se encontraba a unos 30 metros (100 pies) de distancia de un LRAD montado en un vehículo que se desplazaba cuando el aparato comenzó a emitir un sonido "penetrante, continuo y muy agudo", el cual duró varios minutos y le causó la pérdida permanente de capacidad auditiva.

La ACLU, que representa a Piper en la demanda de ésta contra la ciudad, asegura que a la profesora le fueron violados sus derechos constitucionales a la reunión, la privacidad y el debido proceso.

En la demanda, presentada en septiembre, la ACLU acusa a la ciudad de negligencia, uso imprudente y descuidado del LRAD. Como resultado, Piper "fue obligada a soportar gran dolor, sufrimiento y molestia", incluido "daño permanente al nervio auditivo", señala el texto.

La ciudad rechazó en fecha reciente las acusaciones de Piper en un documento presentado ante un tribunal. Las autoridades municipales dijeron que sus representantes utilizaron el LRAD de acuerdo con las instrucciones de seguridad del fabricante.

El Instituto Nacional para la Seguridad y la Salud en el Trabajo afirma que nadie debe exponerse durante nueve segundos o más tiempo a un sonido de 120 decibeles.

Raymond DeMichiei, director adjunto de la Oficina de Administración de Emergencias y Seguridad Nacional de Pittsburgh, indicó que su organismo entregó los aparatos a la policía para que ésta atendiera las movilizaciones durante la cumbre del G20. Dijo que jamás había visto un aparato tan eficaz para comunicarse con una multitud revoltosa.

"¿Qué preferirían que hiciéramos, la antigua rutina de 1964 con chorros de agua y porras? Creo que es mucho más humano hacer que la gente se sienta incómoda porque le duelen los oídos y se marche", agregó.

Después de exponer estos datos, ¿las autoridades y el fabricante suponen que el público debe de agradecer la gentileza en pensar formas de control masivo menos agresivas que persiguen el mismo fin que el garrote: acallar la oposición?.

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