POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
En el contexto de una Europa atrapada en definir estrategias integrales para mantener su competitividad mundial, la nueva Constitución de Hungría, diseñada por el conservador primer ministro Viktor Orban, con un fuerte acento nacionalista, entró en vigor el 1 de enero de 2012 en medio de proyectos de reformas del Banco Central, la justicia y la ley electoral, a pesar de una oleada de críticas.
Denunciado por la oposición de izquierda, los ecologistas y representantes de la sociedad civil como un "autócrata", por el desdén con que trató críticas de la Unión Europea a la compatibilidad de las leyes con el derecho comunitario, Orban logró remodelar Hungría a su imagen y semejanza, poniendo en riesgo las victorias políticas y económicas que le permitieron a ese país sortear la recomposición de 1989 y el derrumbe del socialismo soviético.
En la nueva Constitución, la "República de Hungría" desapareció para pasar a mencionar apenas "Hungría", y en cambio aparece por primera vez una referencia religiosa explícita: "Dios bendice a los húngaros", con la habitual interrogante sobre a qué deidad se refiere el texto.
Con la cómoda mayoría de su partido, el Fidesz, en el Parlamento, Orban otorgó a una serie de leyes un valor constitucional que no podrá ser modificado sin una mayoría de dos tercios de los legisladores, algo muy poco probable en la actual coyuntura política húngara actual, es decir, amarró decisiones que benefician intereses concretos sin la posibilidad democrática de cuestionarlos.
Guy Vergofstadt, ex primer ministro belga y presidente de los Liberales en el Parlamento Europeo, consideró esta nueva Constitución como "el caballo de Troya de un sistema político más autoritario fundado sobre la perpetuación en el poder de un único partido”. Un retroceso que a todas luces amenaza a la disidencia organizada.
A esto se suma la duración extrema del nombramiento en todos los puestos de responsabilidad del aparato de Estado, en especial en los sectores de economía, policía, justicia y Fuerzas Armadas, de personas próximas a Orban, varios de ellos con mandatos de nueve a 12 años.
Cualquier futuro gobierno de otra orientación política tendrá en consecuencia que enfrentarse a un aparato de Estado hostil, enteramente en manos del partido Fidesz.
En el ámbito político, la constitución hace "responsables retroactivamente por los crímenes comunistas" cometidos hasta 1989, a los dirigentes del actual Partido Socialista (ex Comunista), organización que denunció "la puesta en marcha de una dictadura".
En los aspectos religiosos, la Constitución reduce de aproximadamente 300 a apenas 14 las comunidades que se beneficiarán de subvenciones públicas.
Otro de los puntos polémicos de la nueva Constitución es que decreta que un embrión es un ser humano desde el inicio del embarazo, lo que despertó temores en la sociedad civil de que la lucha por la legalización del aborto se tornará mucho más difícil.
De igual forma, la Constitución estipula que el matrimonio puede ser únicamente la unión de un hombre y una mujer, excluyendo así cualquier reconocimiento de casamientos homosexuales.
La Constitución prevé también la jubilación de periodistas demasiado críticos, a pesar de una huelga de hambre que varios profesionales realizaron en señal de protesta. La única radio opositora, Klubradio, perdió su frecuencia de operación y quedó así fuera del aire.
Todo esto ocurre en un marco caracterizado por una política económica "no ortodoxa" que ha hecho desplomarse la moneda húngara, el florín, en más de un 20% con relación al euro en los últimos tres meses.
Recientemente, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) suspendieron las negociaciones con Hungría a raíz de una controvertida reforma del Banco Central que puede conducir a reducir la independencia de esa institución.
Para un continente que ha padecido dos guerras mundiales a causa de fundamentalismos de derecha, la perspectiva húngara no es precisamente plausible. Sin embargo, tampoco hay mucho hacia donde moverse en cuanto a las frágiles economías que no ajustan los requisitos de la Unión.
La vulnerabilidad diaria de los menos europeos menos favorecidos y el terror natural de los poderosos a perder fuerza torna a la derecha radical en un bella sirena, cuyos cantos ocultan catástrofes mayores.
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