Por.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Rafael Acosta “Juanito” tiene un mérito, si a eso se le puede denominar tal: dar cuerpo y alma a la grilla nacional. Es el tipo ideal del grillo mexicano: barato, visceral y vendido a intereses a los que les da lo mismo sostener a un habitante de las coladeras que a un descendiente de las mejores familias del Porfiriato.
“Juanito”, desde el apodo, es un ser disminuido, chiquito, arrebatado, como le gusta a los titiriteros que sean los rostros públicos, y en cada acción va quedando claro que es el estereotipo de los fracasados, en la interpretación de estar por debajo de la grandeza que persigue, como cientos de grillos que sacuden la vida nacional.
No queda claro el porqué del asombro de los medios, analistas, académicos y demás fauna preocupada por el “fenómeno”. Desde Antonio López de Santa Anna, el once veces presidente de México por bandos grillos distintos, el perfil de los “políticos” emplumados es el mismo: Ambición, estupidez y chaquetazo.
Que “Juanito” se vaya o se quede es intrascendente, otro de sus clones quedará en su lugar, quizás, con otra pinta y otro sexo, pero en esencia igual de dócil, obediente y limitado.
Lo que realmente nos debería de preocupar, como ciudadanos, es la descomposición y la degradación de la “cosa pública” que hemos permitido, facilitando a personajes siniestros enloquecidos, sentirse los hijos de Dios y hacer de México, el país de las maravillas. Eso es el terror.
La delegación política de Iztapalapa o Chinches Bravas son un mismo espacio expuesto a las manos y a la voluntad de la imbecilidad burocrática. En la bronca filosofía mexicana: No hay cabrón sin su pendejo, y los cientos de “Juanitos” que ostentan cotos de poder están cortados por la misma tijera: la prioridad que no sirvan para nada.
Vemos la paja en el ojo ajeno y hasta queremos dar clases de democracia, ciencia política y administración pública a las “naciones hermanas”, sin aceptar que la ¿clase política? mexicana está integrada por el elenco de un gigantesco circo siniestro de “n” pistas posibles.
Sacar a “Juanito” y poner al sustituto va a cobrar la cuota habitual de violencia, dejadez e intolerancia para regresarnos a la triste realidad de un gobierno prescindible. Los ciudadanos reales no necesitamos a los burócratas y somos lo suficientemente inteligentes como para poder sobrevivir, como le hemos hecho, sin esos parásitos que sólo sirven para echarlos a la basura.
Felipe Calderón y compañía se pone sus moños con el reconocimiento del presidente electo de Honduras, mientras docenas de “Juanitos”, diariamente, fragmentan el honor del servicio público.
La persecución de “Juanito”, de ponernos elevados y teorizar a lo idiota, es que los grillos lo ven como un espejo cuyo reflejo no les gusta. Ni modo, así están de feos, vulgares y mal hechos.
El escenario está puesto. Las luces apagadas. “Juanito” y el Gobierno del Distrito Federal descansan en los camerinos. La producción afina detalles, en pocas horas veremos las cuerdas de cuadrilátero quemarse y al referí levantar el puño ganador.
Pero, el ciudadano puede cambiar de canal o apagar la televisión.
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