viernes, 14 de enero de 2011

ESPECIAL: UNAS PALABRAS PARA QUIENES TERMINAN UNA LICENCIATURA

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Hace 71 años, el día 4 de junio de 1940, durante la parte crucial de la batalla de Francia, Winston Churchill, Primer Ministro de Inglaterra, dirigió el segundo gran discurso ante la Cámara de los Comunes en el Parlamento.

Para muchos que lo oyeron en persona o en su versión radiada, el discurso fue mucho menos conmovedor que el pronunciado en su primera comparecencia parlamentaria como Primer Ministro (“Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”).

En sí, el texto es una joya de la oratoria política, sin embargo, a pesar de las alturas conocidas por la pluma de Churchill, la dicción del hombre no estuvo, por un defecto en el habla, a la proporción enfática del mensaje.

A mi juicio, la parte final del documento encierra una lección de principios fundamentales en todos los campos de la vida, desde la elemental supervivencia hasta la actividad más compleja del intelecto.

En un sentido figurado, considerando la Patria como la esencia individual, las palabras invitan al sacrificio último, a no caer ante nada o ante nadie, a derrotar el pesimismo y sustituirlo con una cuota trascendente de valentía.

Inglaterra, en la Segunda Guerra Mundial, quedo sola frente a una Alemania, en apariencia indestructible, sin embargo, la Isla resistió lo indecible, dotando al legado escrito de Churchill la demostración de que nada es imposible.

Traído el ejemplo a la culminación de una licenciatura universitaria, la metáfora es comprensible como la invitación de quienes hemos transitado por esta senda a no claudicar. Todo principio es difícil, sin embargo, en la encrucijada de la existencia, recae en cada uno la determinación a seguir.

El cierre de un ciclo, por dramático que este sea, siempre tiene que considerarse como una posibilidad de crecimiento, de aprendizaje y de trascendencia. Nacimos para cambiar, aunque duela.

Para los egresados del Instituto de Mercadotecnia y Publicidad, y de la Universidad Mesoamericana, en el área de Comunicación, vaya el pensamiento inmortal de un Estadista, a fin de lección final en el comienzo del resto de sus vidas. Que las metas se concreten y que el destino labrado los cobije.

Recuerden ser fieles a sus valores, a la enseñanza y a la responsabilidad que reciben, lo demás es cuestión del límite que cada quien se imponga, pero NUNCA se rindan.

“Personalmente, tengo confianza en que, si todos cumplen con su deber, si nada se abandona, y si se toman las mejores disposiciones —como se están tomando— nos demostraremos a nosotros mismos una vez más que somos capaces de defender nuestro hogar insular, capear el temporal de la guerra y sobrevivir la amenaza de la tiranía durante años, si fuese necesario, y solos, si fuese necesario. En todo caso, eso es lo que vamos a tratar de hacer. Ésa es la determinación del gobierno de su majestad, y de cada uno de sus miembros. Ésa es la voluntad del parlamento y de la nación. El imperio británico y la república francesa, unidos en su causa y en su necesidad, defenderán hasta la muerte su suelo natal, ayudándose como buenos camaradas hasta el máximo de sus fuerzas. Aunque grandes extensiones de Europa y muchos estados viejos y famosos hayan caído o puedan caer en el puño de la Gestapo y de todo el aparato odioso del dominio nazi, no flaquearemos ni desfalleceremos. Seguiremos hasta el final. Combatiremos en Francia. Combatiremos en los mares y en los océanos. Combatiremos con confianza y fuerza crecientes en el aire. Defenderemos nuestra isla, no importa lo que cueste. Combatiremos en las playas. Combatiremos en los puntos de desembarco. Combatiremos en los campos y en las calles. Combatiremos en las colinas. No nos rendiremos nunca. Incluso —y es algo que no me creo un solo momento—, si esta isla o una parte considerable de ella estuviese ocupada y hambrienta, nuestro imperio de ultramar, armado y protegido por la flota británica, continuaría la lucha, hasta que, cuando Dios lo decida, el nuevo mundo, con toda su fuerza y su poder, dé el paso al frente para rescatar y liberar al viejo continente.

[Tomado de: Sir Winston Churchill: Debemos defender nuestra isla cueste lo que cueste y otros discursos, Colección Las Voces de la Democracia 02, PMI S.A., 2008.]

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