martes, 11 de enero de 2011

APUNTES: ¡DINERO! ES LO QUE QUEREMOS

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Empecemos por un dato duro: México se ubicó como la cuarta economía con la inflación más alta, en noviembre de 2010, entre los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El organismo dio a conocer que la inflación anual del país se ubicó en 4.3%.

Entre los países que integran el llamado "club de los ricos", sólo Turquía, Estonia y Grecia se ubicaron encima de México, con inflaciones de 7.3%, 5.3% y 4.9%, respectivamente.

La OCDE informó que a noviembre, la inflación entre los países que la integran fue de 1.8%.

A su vez, el Banco de México presentó el reporte de inflación correspondiente a 2010, donde el consenso del mercado es que los precios y servicios hayan alcanzado un nivel de 4.26%, según el Grupo Financiero Banamex.

En la esfera de la economía del sector privado, de diciembre pasado, se consideró que la inflación cerró el año en 4.40%.

En esa espiral inflacionaria, la OCDE detalló que a noviembre la variación de los alimentos en México fue de 4.1%, con lo cual se ubicó por encima del promedio de países que la integran, que fue 2.7%.

Además, la inflación en México de los energéticos alcanzó 6.6%, porcentaje superior al promedio, de 5.4%.

En el canasto de alimentos, por ejemplo, los saborizantes de leche registraron un incremento de 14%, mientras que la mostaza subió 6%, las salsas caseras reportaron incrementos de 5%.

El pan de caja, aceite comestible y las sopas preparadas reportaron decrementos de hasta 5% en ese periodo.

Por ende, las alabanzas oficiales a la estabilidad económica, como los explicaron los Dodos en otra entrega, avala exclusivamente el espectro macroeconómico, dejando que la realidad del ciudadano promedio caiga en el sótano en cuanto a la calidad de vida.

Los anuncios y las decisiones de incrementos regulares en bienes y servicios programados a lo largo de 2011 pasarán la factura a la ciudadanía, atrapada entre un salario mínimo miserable y un índice precios, imposible de remontar.

Partiendo de la percepción gubernamental del trabajo, es factible que no resulte importante la lectura objetiva de los organismos internacionales y las firmas privadas especializadas con respecto a la vulnerabilidad económica nacional.

Confiados, el gabinete y el titular del Ejecutivo apuestan a la “grilla”, cambian secretarios y los meten al partido en el poder, mostrando el verdadero rostro de la locura: continuar marcando el destino de millones de mexicanos decepcionados por el azul.

En casi once años de palancas financieras, las opciones de un crecimiento económico real en México son limitadas y circunstanciales.

Sólo es cuestión de tiempo para que la torre de Babel del establishment se derrumbe, aplastando, eso sí y cuando no, “a los que menos tienen” y a la adelgazada clase “mella”, que se quedarán a comer en los platos rotos que logren pegar con saliva y bendiciones.

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