sábado, 3 de abril de 2010

ASUNTOS EXTRANJEROS: LAS SUICIDAS DE MOSCÚ

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

¿Cuánto ha cambiado el mundo en dos mil años? Según la fe cristiana, Jesús fue crucificado para el perdón de los pecados de la humanidad. Sin embargo, no hay espacio geográfico donde no sigan ocurriendo y la ausencia de Dios sea resentida.

Las investigaciones policíacas y periodísticas rusas sobre el atentado del pasado lunes en dos estaciones del metro de Moscú, identificaron a Dzhennet Abdurakhamanova, de 17 años de edad, viuda del líder separatista islámico Umalat Magomedoy, como una de las mujeres suicidas que perpetró el atentado.

Umalat Madomedy fue colaborador de Doku Umarov, rebelde checheno que se atribuyó la autoría intelectual de los ataques.

En una fotografía dada a conocer ayer, se observa a la pareja posando ante la cámara con la parafernalia terrorista de rigor: armas, gestos y la atmósfera del convencimiento pleno.

Abdurakhmanova fue una de "las viudas negras" (nombre designado a aquellas mujeres casadas con separatistas islámicos caídos de la región de Daguestán, Ingusetia y Chechenia), nacida en el distrito de Khasavyurt, Daguestán, localidad cercana a la frontera chechena.

Magomedoy, por su parte, murió en una operación de las fuerzas de seguridad a fines de diciembre pasado, era un militante islámico en la república rusa de Daguestán, en el Cáucaso Norte.

Suponemos que en el cuerpo de sus creencias, Dzhennet y Magomedy estarán el Paraíso por haber sucumbido en la guerra santa y haber dispuesto de la vida de 39 inocentes.
Con respecto a la segunda terrorista, se especula que sea Markha Ustarkhanova, de 20 años, nativa de Chechenia, pero aún no se da la confirmación oficial.

El conflicto de Chechenia es producto de un choque brutal entre el poder de Rusia y el de las bandas separatistas de la región que buscan una independencia para hacerse del control y legitimar el régimen de horror que han sustentado desde el desmoronamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en la década de los noventa del siglo pasado.

Sin perder la horca y el cuchillo, los señores de la guerra chechenos ideológicamente pasaron del separatismo laico al radicalismo islámico wahabista, dándole a sus crímenes un tinte “sagrado” y fomentando la autoinmolación en aras de la voluntad divina.

Rusia ha sido clara desde el principio de la crisis: no cederá a la iniciativa de la separación y usará cuanto recurso legal o ilegal esté a la mano para destripar a los rebeldes, aun con el asesinato de su misma población.

Si bien, los alzados chechenos han trasladado el terror fuera de la República, los ataques han ido mermando la simpatía por su causa y el fuerte cerco propagandístico ruso los han replegado a la esfera del radicalismo extremo y la locura.

Como en los días de Jesús, el hombre no comprende que al final, sea con el nombre que sea, Dios es uno y está muy lejos de la comprensión de la mente humana, por ende, asumir “religiones verdaderas” es una forma bastante estúpida de no aceptar los límites de nuestra mortalidad.

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