martes, 25 de agosto de 2009

A TÍTULO PERSONAL: Adiós, Lilia

Hoy Dios recuperó un ángel. En su envoltura humana la conocimos como Lilia Martínez. Hoy, 25 de agosto de 2009, por la mañana, dejó el cuerpo que le acompañó durante años, tomó sus alas y se las puso en la espalda. Antes de regresar a donde verdaderamente pertenecía, miró a aquellos que amó y la amaron, les susurró un último “Te quiero”, que ellos no oyeron porque los humanos no siempre entendemos el lenguaje de los ángeles y envuelta en un rayo de sol se marchó. Las nubes, juguetonas y alegres, lo más seguro es que la hayan abrazado con entusiasmo al saberla de vuelta y, compadecidas por su tristeza al dejar a los humanos que le fueron encomendados para cuidar de ellos, hayan secado con una suave brisa las gotas de lluvia que le salían directamente del corazón.

Hoy, en la pérdida, agradezco el haber tenido la enorme bendición de coexistir con ella en este tiempo, en este espacio.

Si tuviera que definirla diría que fue un caudal de amor, bondad y alegría: constante, certero y siempre fresco. Que su cariño era como el pan, sencillo y noble; como la sal, que sabe cómo hacer perdurar lo vivo; como el agua, cristalina y siempre necesaria.

Hoy, perdí un pedazo de mi corazón, pero sé que está en el algún lugar del cielo porque se fue montado de incógnito en sus alas.

Hoy sólo digo gracias, gracias, Lilia, por haber sido parte de nuestras vidas.

Te quiere.

Marcia Trejo

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