sábado, 15 de agosto de 2009

PINCHE Y PINCHE DISCOS: WOODSTOCK


Por: RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Fueron tres días de Amor, Paz, Música e Improvisación. Medio millón de personas crearon en el clímax la Nación de Woodstock, cumbre de la utopía hippie y de la contracultura mundial, después de esas jornadas artísticas multitudinarias el mundo dejó de ser inocente y transitó por el camino de los ángeles perdidos y saturados de rencor.

Los movimientos estudiantiles de 1968 y la oposición generacional a la guerra de Vietnam, entrando y saliendo de las vanguardias contestatarias del el arte y la cultura, pusieron el fondo perfecto para organizar un primer concierto de rock inigualable y de un peso histórico inobjetable.

La idea original era realizarlo en los terrenos del pueblo de Woodstock, en Ulster County, Nueva York, pero la negativa de la población movió el evento a una granja de Bethel, en Sullivan County, en el mismo estado.

Las fechas se pactaron para los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969, sin embargo, por un alargamiento en las maratónicas sesiones musicales, la mañana del 18 sorprendió a los últimos acordes de Jimi Hendrix y a unos cien mil espectadores extasiados con la Fender.

El costo del boleto por día fue de ocho dólares y el abono del festival de 24. La publicidad y la mercadotecnia calcularon una respuesta de sesenta mil asistentes, sin embargo, el cálculo promedio ubica a 500,000 individuos y una cantidad innumerable de gente varada en las carreteras.

Ante la creciente llegada de público, se declaró el concierto gratuito y se elevaron mantras para no perder el control de la masa.

El programa musical contaba a las figuras claves del rock psicodélico de San Francisco California, pero por razones de presupuesto, los líderes de la rebeldía mundial estuvieron ausentes: The Beatles, The Rolling Stones y Bob Dylan.

Las drogas naturales y sintéticas, el amor libre y el descontento contra el gobierno de los Estados Unidos por mantener la ocupación militar en Vietnam, se conjugaron en principios de unidad y igualdad de la rudimentaria comuna de freaks congregados alrededor del escenario. "No war, no war"

El viernes 15 de agosto, a las 17.08 horas, el cantante y guitarrista de color, Richie Havens inició el festival, seguido por Country Joe McDonald, John Sebastian, Sweetwater, Incredible String Band, Bert Sommer, Tim Hardin, Ravi Shankar Melanie, Arlo Guthrie y Joan Baez. Una muestra sonora y lírica de la música comprometida a las causas sociales del momento desde los Derechos Civiles hasta el encarcelamiento injusto de activistas politizados. Sin faltar, la ironía por las muertes de soldados jóvenes en Nam y la bendición de Swami Satchidanand.

A este tiempo, quedaba claro en el ámbito nacional la dimensión titánica del concierto y empezaba a preocupar a los adultos responsables el cauce de tanto chavales juntos sin regulación alguna. El tráfico estaba congestionado en las inmediaciones, incomodando a los residentes de muchos lugares. La información aumentaba el arribo de participantes.

El sábado 16, el programa comenzó a las 12.15 horas con Quill, Keef Hartley Band, Santana, Canned Heat, Mountain, Janis Joplin, Sly & The Family Stone, Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival y The Who.

Cada una de las bandas dio todo y, en algunos casos, estas presentaciones son consideradas extraordinarias y auténticos hitos en la evolución del género. Baste decir casos como Santana, Mountain o The Who, interpretando completa la opera rock Tommy y los encores correspondientes, y a Pete Townshend bajando a guitarrazo limpio a Abbie Hoffman, líder de las panteras blancas dispuesto a soltar el verbo radical de moda.

Mas no era la alegría completa. Pronto las provisiones y los servicios higiénicos escasearon y el incremento de malos viajes y sobredosis movieron a decretar el estado de emergencia y la ayuda vía área principió a fluir en los mismos helicópteros usados para rociar de Napalm al vietcong.

El domingo 17 fue el turno, a las 8.00 horas, de Jefferson Airplane, quien cerró propiamente la noche maratónica y regaló un recital grande aun en comparación de los números sobresalientes anteriores.

A las 14.00 horas, Joe Cocker abrió el cartel y una fuerte lluvia suspendió por unas horas la presentación de los artistas sin afectar a la multitud adaptada a los inconvenientes desatados por su propia voracidad. Obscenos, sucios y jóvenes, la audiencia medio cubierta con plásticos y restos de casas de campaña aguantaron el agua al grito de “No Rain, No Rain”.

A las seis de la tarde, Country Joe regresa al foro acompañado por su grupo The Fish, luego subirían Ten Years After, The Band, Blood, Sweat & Tears, Johnny Winter, Crosby, Stills, Nash y Young, Paul Butterfield Blues Band, Sha-na-na.

El segmento tuvo dos opuestos, la energía eléctrica de Alvin Lee, de Ten, y la elevación acústica de CSN&Y, creando, a través de las convulsiones epilépticas de Joe Cocker, un cuadro del destino inmediato de la música popular juvenil. Es inexplicable la presencia de Sha-na-na, un grupito de tercera categoría fusilándose los grandes números del rock and roll primitivo.

El lunes 18, a las nueve de la mañana, Hendrix recetó una dosis de 18 canciones al respetable, adaptando el Himno Nacional de los Estados Unidos a la distorsión del rock ácido, poniendo la bandera de trascendencia fuera del alcance de los mortales.

Si la llegada a Woodstock fue complicada, el regreso no desmereció. Hordas recorrieron el país en dirección de sus lugares de origen. La cobertura informativa, exagerando situaciones, tuvo a bien conformarse con un saldo blanco, a pesar del escepticismo institucional y las críticas retrógradas de la derecha favorable a Richard Nixon.

El concierto en su totalidad fue filmado para un documental dirigido por Michael Wadleigh, ganador del premio Oscar en 1971, en una versión larga para los estándares de la época y corta para la cantidad de metraje conseguido. Esto movió al realizador, en la era del DVD,para componer una nueva versión de “director”, y en los días del Blu-Ray Disc, a un par de cajas conmemorativas indispensables para los aficionados.

Los organizadores y responsables directos del festival fueron John Roberts, Joel Rosenman, Artie Kornfeld y Michael Lang, no mayores de 26 años.

El mítico logo de Woodstock fue ideado y creado por el artista Arnold Skolniek.

Perdidos en la nostalgia y el arribismo comercial se han producido otros Woodstock en los años 79, 89, 94 y 99 con ganancias y consecuencias ajenas a las de 1969.

Woodstock reunió a dos de los monstruos sagrados del rock universal en plenitud de facultades: Jimi Hendrix y Janis Joplin; empujó a las grandes ligas del negocio a Carlos Santana; consolidó la carrera de Joe Cocker; dispuso de los servicios de bandas inigualables como los Jefferson y los Dead; reconoció el peso de The Band; destacó la presencia de The Who; y dio pauta a los mega conciertos comunes en la actualidad.

En esos tres días destaparon las mareas del renacimiento político, económico, social e ideológico de la década prodigiosa y sin saberlo los asistentes atestiguaron el fin de una edad dorada. Pudieron ser por unas horas libres en comunión con la naturaleza, el cosmos, los semejantes escuchando y viendo nacer los nuevos mitos.

Meses después en otro concierto, Altmont, The Rolling Stones reventarían la utopía del amor y la paz.






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