sábado, 6 de junio de 2009

FARFADET: DEMANDA A DIOS

Por: Angélica Montserrat Peña Gómez

Si quisieran ustedes, ignorantes o sabios pecadores, demandar a Dios,
¿en dónde lo harían?
¿En aquel sitio con forma clásica de castillo medieval, hecho de cemento, de diezmos, de limosnas; hecho de y por nosotros?
Ese templo de rituales puros y decentes en donde la consagración de rutina consiste en comer carne y beber sangre de alguien magnifico llamado: Cristo...
Poder y riquezas disfrazadas en la inocente máscara del mendigo universal,
Barroco es exceso queriendo llenar un vacío.
Exceso es iglesia.
Barroco es “nosotros”.

La probabilidad indica que sencillamente perderían, pues el abogado responsable de la delegación de fe en turno, es un abogado entregado, en cuerpo y alma, a la manipulación más grande de todos los tiempos: la Iglesia.

No dejes que la confusión los invada,
que el tema discernido quede;
que no es lo mismo decir gobierno a la forma en que se gobierna,
que nada de igual tiene decir: por amor te odia mi corazón a mi corazón te odia con amor.

Porque no es lo mismo entregarse a la santa iglesia gobernada por el hombre,
que entregarse a un Dios manejado con la fe del alma, que tampoco es santa.

Esta vez nuestro juez será juzgado por algún ser superior o inferior, todo depende de cuánto pese tu corazón.

¿Qué pesa más: la fe, la razón, el corazón o el alma?

No sé, para averiguarlo (si es que se puede) consigue una balanza que soporte tanto peso como sea posible y cuya unidad matemática no sea exacta y sí infinita.

Quien pese más de los cuatro elementos anteriores será el juez juzgado y, tal vez, condenado a recitar en voz interna rezos y oraciones en verso absurdo
que desde que la conciencia existe,
nacen en tu mente.

No hay abogados defensores, sólo el hombre y Dios, nada más.
¿Quién vencerá?...eso lo decidimos nosotros.
Pues aunque extraño le parezca a nuestra fe, sin la humanidad no hay Dios, así de fácil.

Por lo tanto, el día que quieras demandar a Dios sólo debemos encontrar la entrada al cosmos del alma interna, del caparazón.
y dejar que hable la razón y no el infortunado corazón.

Por si no lo recordamos, él y la mortalidad fueron el abogado que confundió a Dios en la historia universal
y condenó al hijo más querido de la creación.

Así que ya lo saben; querido pecadores, querido corazones.

El día que en que podamos entrar al último límite.
por fin, ese día podrás llevar a cabo la genial, utópica, inentendible y, por consiguiente, rechazada y acosada demanda a Dios.

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