miércoles, 3 de junio de 2009

EDITORIAL: LAS POLICÍAS QUE VIENEN

Por.- Raúl Gómez MIguel

El punto no está en cambiar a los integrantes de los cuerpos policíacos o poner nombres rimbombantes a las fuerzas de seguridad del Estado. Tampoco caer en el síndrome de la reunión y convocar a media burocracia alrededor del Presidente para escuchar el mismo discurso y las mismas advertencias inútiles contra el crimen organizado.

El tema tiene un fondo aterrador al que no le va a entrar la clase gobernante porque significaría su desaparición absoluta y es, precisamente, la Revolución Total en las instituciones públicas, políticas y normativas para generar otro tipo de Estado más acorde con el tiempo y las contradicciones sociales que juega.

Es un contrasentido invertir en una lucha contra el crimen organizado cuando la industria legal está en recesión y la economía formal anda de capa caída mientras el narcotráfico sigue soltando dinero a manos llenas contratando delincuentes, autoridades y estrategas comerciales para extender el imperio al resto de los continentes. Por cada detención que hace el gobierno, los criminales ejecutan mayores operaciones ilícitas con las ganancias de rigor e, incluso, se mofan del poder institucional, agregando un precio extra por eso de las redadas, decomisos y encarcelamiento de contactos. El delito no pierde, el ciudadano sí.

Se anuncia una nueva policía y se ajustan ciertos mecanismos legales que albergan los boquetes pertinentes para que los culpables se escurran por la vía de la corrupción de cuello blanco o, de plano, abriendo desde dentro los penales para escapar a gusto sin presiones o muertos innecesarios.

Los partidarios del régimen entusiasman a los incautos con la inclusión de universitarios en la neo policía federal, como si los estudios garantizaran la inmunidad a los trancazos en efectivo o a los plomazos en la espalda. Pintan un escenario de serie televisiva norteamericana de acción, calculando un “tú por tú” equitativo con el mal y pronostican el advenimiento de la gloria eterna. Fustigan a los gobernadores de la oposición que no hicieron su tarea y no se fijan en las manchas de excremento que decoran a dos administraciones que han servido para una pura y cero sal.

Falso. Los señores del poder establecido no entienden o no se les hincha comprender que el Estado Nación del siglo XX mexicano y posrevolucionario ya dio de sí, que se necesita un nuevo orden constitucional para que las leyes y las instituciones que de ellas emanen sean casi hechas a la medida de la evolución o involución del pueblo de México. Es una terrible verdad pero la criminalidad ha crecido a la velocidad de los requerimientos del mercado global y nuestro poder judicial todavía se hace camotes para presentar una denuncia correcta. De esta manera está en chino despedazar al adversario. Y si a eso sumamos a los grillos retógrados que no se mueven ni con explosiones nucleares, ¿qué vientos de cambio soplarían en sus alas?

El presidente Calderón es libre de jalarse los pelos y aferrarse a un discurso bélico trasnochado que en él queda aun demasiado grande. Es claro que estos montajes escandalosos contra las provincias tienen un tufo electoral pestilente y no una verdadera reacción a las respuestas violentas de las familias de la droga. Total, la bronca la llevan los uniformados de a pie que si bien le caen a los vicios de las corporaciones, también se entienden con los fulanos que punta de cuetes les marcan el paso.

El enriquecimiento ilícito y la prepotencia son los valores agregados que persiguen los aspirantes a puestos de policía; la vocación de servicio es una bonita metáfora impensable en el mundo real. La policía no es idiota y no se va a exponer a la muerte voluntariamente por unos cuantos pesos si no cuentan con un padrinazgo discreto que les dé seguridad y unas entraditas extras para limpiarle las manos de todos los mandos.

¿Una nueva policía? Un nuevo Estado es lo que México urge.

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