jueves, 4 de junio de 2009

EDITORIAL: A ENRIQUE TREJO SILVA

Hoy deberías cumplir cuarenta y cinco años. Serías una eminencia médica y cientos de personas se habrían beneficiado con tu don de curar. Pero la vida decidió otra cosa. Tú permaneces joven en el recuerdo, y yo cumpliré en agosto la edad que nos debiste.

En estos años de ausencia, nuestro entorno familiar ha cambiado. Tu hijo es mayor de edad. Tu viuda rehizo su vida. Tu madre jamás ha faltado al compromiso de mandarte hacer una misa anual en la fecha de tu deceso. Tu padre falleció. Tu hermana se hizo escritora, investigadora y profesora por mérito propio. Miss Celia y mis padres murieron. Yo sigo fiel al periodismo y la Red me dio la oportunidad de liberarme y escribir para gente que no conozco, pero que siguen mis ideas y, por ende, sabrán de ti.

Te extraño porque contigo viví la experiencia de la muerte de mi primer amigo en sangre, y que cuando te roza no vuelves a ser igual. La coraza sentimental que alguna vez cargué se partió para no unirse jamás y por un largo tiempo el abatimiento aceleró mi propio proceso de autodestrucción. Tuve temporadas oscuras y caídas en que supe de qué verdaderamente estaba hecho. Era un fantasma a destiempo, rencoroso y miserable. Hasta que comprendí que ningún sacrificio por doloroso que fuera te traería de vuelta. Te deje descansar y asumí la responsabilidad de existir sin culpar a otros.

Me gustaría que estuvieras vivo para poder irnos de copas, platicar y reconstruir el mundo como cuando éramos adolescentes y una taza de café duraba toda la noche. Me alegraría ver tus canas y las arrugas de tu gesto adusto. Intercambiar gustos de literatura y música. Llevarte por los caminos del pecado y aplaudir tus hazañas profesionales. Dominar la experiencia y transmitirla a los que nos siguen. Bailar con nosotros mismos en el borde del vigor que se va. Envejecer juntos y riñendo por el principio dialéctico de la unidad de contrarios.

He tratado de cumplir tus expectativas. Sin embargo, dejo mucho que desear. Sigo siendo políticamente incorrecto y no capto aun por qué te gustaban canciones tan cursis como las de Roberto Carlos, Mijares o Air Supply. Tampoco comparto tu fanatismo por el perdedor América y los fines de semana futboleros. Y no me he parado en Coatzacoalcos.

De los camaradas juveniles mantenemos cercanía José y Edgar, los demás se fueron desprendiendo y transitan por otras latitudes, incluso, traicionado sus ideales. Publiqué un par de libros y estoy peleando por un tercero.

Han pasado muchas cosas que te aburriría escribiéndolas. Simplemente, este mundo, poco a poco, nos va desechando.

Por eso, aquí y ahora, con pretexto de tu cumpleaños mágico, sólo apunto que me dueles y que el día en que nos encontremos no seas tan duro al juzgarme por ser el menos indicado de tus amigos, por mi necedad a no doblarme y a no tener la lágrima fácil, sin contar los múltiples pecados cometidos a conciencia.

Te amo, hermano, y nos volveremos a ver. (RGM)

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