POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL
Quien esto escribe, en su momento y obligación, SÍ aprobó el examen de admisión a la educación media superior y profesional de la Universidad Nacional Autónoma de México, por ende, le debe a la máxima casa de estudios del país y al pueblo que la procura, la oportunidad de alcanzar metas sociales, que de otra manera hubieran sido muy difíciles.
Sin embargo, no comparto la idea romántica que la educación es para todos, es decir, es para “todos” aquellos que tienen la inclinación de obtenerla. Vamos, es como afirmar que como a mí me gusta el balompié puedo convertirme en un jugador de alto rendimiento. Honestamente, eso es una tomadura de pelo.
En el ejercicio activo de la enseñanza a nivel licenciatura, he constatado que aun en un salón de clases lleno de estudiantes teóricamente instruidos para dar el gran salto, existe un porcentaje que por extrañas razones jamás avanzará en la disciplina elegida.
Sostengo que la educación en sí misma es una especialidad en la que un número reducido de individuos puede alcanzar la potencialidad absoluta. Podemos saber leer y escribir, no obstante, eso no basta para hacernos escritores reconocidos.
Saber que en 2011, 119 mil 362 jóvenes se quedaron fuera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), o que en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) sólo fueron aceptados uno de cada dos aspirantes (21 mil 216 jóvenes) por lo que se están fuera de la institución, 26 mil 042 egresados de la secundaria, para dar un total 145 mil 404 estudiantes rechazados de la UNAM y el IPN, sólo confirma mi planteamiento inicial.
La educación media superior en México es un fenómeno de masas. Son aterradora la demanda y raquítica la oferta. En consecuencia, apegándose al sistema de un examen de admisión, sólo una minoría, aquella de mayores aciertos, ocupará las plazas vacantes.
Guillermo Careaga Lima, quien sólo tuvo un solo error en el examen de 128 preguntas se convirtió en el mejor estudiante de la zona metropolitana en la Ciudad de México, y merecidamente ingresará la Preparatoria Seis, de la UNAM.
Cabe destacar que el mínimo para acceder a un lugar en los sistemas de bachillerato señalados fue de 31 aciertos, es decir, que pudieron cometer ¡97 errores! y alcanzaban lugar.
Del total de estudiantes que se presentaron a la prueba 7 mil 077 alumnos no respondieron de manera correcta 31 aciertos y 33 mil 429 alumnos tienen derecho a una opción educativa en otra de las instituciones que no han llenado su cupo.
En módulos específicos estos alumnos que se identifican en la Gaceta como CDO, alumnos que obtuvieron un buen puntaje en el examen pero que sólo registraron una sola opción para ingresar, podrán acudir para que se les asigne un espacio dónde continuar sus estudios.
Por supuesto que los rechazados tratarán, como ya es tradición anual, revertir el fracaso y lograr una mínima recompensa a su berrinche y fracaso.
Los que ingresaron, a su vez, tendrán bastante tiempo para demostrar su valía y no terminar en otros escenarios de derrota.
En la actualidad, los títulos universitarios públicos no garantizan nada. La diferencia sigue siendo el estudiante. A la clásica pregunta de cuál es la mejor escuela, se fortalece la respuesta sensata: esa en la que desees dar tu máximo.
Y concluyo: la sociedad mexicana debe de evaluar el concepto de “educación” y abrir otras posibilidades de realización personal en la que cada hombre y cada mujer encuentre la felicidad a la que tiene derecho.
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