martes, 28 de abril de 2009

EDITORIAL: LA INFLUENCIA DE LA INFLUENZA V

Por: Raúl Gómez Miguel

Todos tenemos el derecho a expresar libremente nuestras ideas, pero también a responsabilizarnos de sus consecuencias.

Es tarde para que los medios de control social se vuelvan objetivos y conscientes del enorme daño que le han hecho a la seguridad del ciudadano con sus alborotos histéricos para vender rating y ganar la carrera del escándalo.

La directriz gubernamental ha cambiado y discretamente el Presidente se va diluyendo dejando a los supuestos responsables del Sector a que den la cara y expliquen a la población lo que el Ejecutivo teme decir.

A cuentagotas se han ido filtrando datos que indican el conocimiento anticipado del virus y la negligencia de los funcionarios para darle continuidad e importancia. En una entrevista concedida a prensa extranjera la viuda de uno de los primeros casos, si no que del primero, vaya usted a saber, narró cómo nadie le explicó ni continuó con la investigación pertinente para determinar la causa real de muerte.

Por esa indolencia característica del burócrata, quizás en este momento la enfermedad tendría un manejo diferente. Sin embargo, prevaleció la indiferencia y el interés político por sobre todas las cosas.

Sea cual sea el saldo de esta emergencia sanitaria un partido y un gobierno tendrá que pagarlo. ¿Por qué? Por la sencilla razón que al margen de vivir en otra realidad, los “representantes del pueblo” están para resolver problemas y no para hacerlos incontrolables o suponer una tajada a su mezquindad.

En la gravedad de la crisis es cuando se conoce la esencia de las personas y al tiempo que cientos de hombres y mujeres profesionales de la salud se la juegan más por una ética casi sagrada que por el salario o la grilla sindical acostumbrada, y nos devuelven un poco fe en la compasión humana, constatamos cómo los politicazos se preparan para disputarse el mando de Nuevo León y empezar a filtrar ataques bajos hacia sus adversarios.

Es lamentable, en otro orden de ideas, que Internet sirva como escaparate a la estupidez supuestamente humorística y que no falten quienes reduzcan a chistorete el dolor ajeno a cambio de una fama efímera y rastrera.

Y no hablemos de los cientos de correos electrónicas y blogs personales que se lanzan directamente al fomento del pánico entre los lectores que les guardan cierta credibilidad. No se vale. Escribir para los demás es un asunto de responsabilidad social y no de ventilación de frustraciones estúpidas.

EL ÚLTIMO DE LOS DODOS, desde su primera entrega se comprometió a respetar los principios que integran el MANIFIESTO DODO, publicado a la consulta general, donde resalta el apego a la verdad, por ende, en estos días funestos ha tratado el tema básicamente desde la editorial como reflexiones inmediatas que promueven el sentido común, el conocimiento de causa y la reflexión crítica.

Y así como los DODOS, otros blogs y espacios de la Red se han impuesto la tarea de contribuir en sus alcances a la calma y la sensatez, que no son cualidades a desperdiciar en el entorno que oprime al país.

Por ello, quise desde la primera línea de está editorial asentar que la libertad de expresión sin responsabilidad social me es inconcebible. La tecnología nos ha facilitado comunicarnos con los demás de una manera impensable una generación atrás; hagámonos dignos de esa ventaja y transmitamos ideas y propuestas de construcción, reconstrucción o apoyo, y no caigamos en la soberbia mediática de comenzar el fuego y al perder el control, lavarse las manos y pretender regresar a la ruta informativa que han perdido hace tantos años.

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