martes, 13 de julio de 2010

EDITORIAL: QUE DIGAN LA VERDAD

POR.- RAÚL GÓMEZ MIGUEL

Por si alguien tuviera dudas de la guerra que ocurre dentro del país, comienzan a circular notas periodísticas de movimientos migratorios en zonas laceradas por los combates, igual que en Irak, Afganistán o Palestina. Poblados enteros se vuelven fantasmas, debido a la huída de los habitantes que prefieren jugársela antes que la represión, tortura y muerte les agarren desprevenidos.

Claro que este fenómeno no aparece en la cobertura pagada del gobierno y sus cuates empresarios; esa noticia está maldita y no debe de repetirse. La agenda dicta ocuparse de los damnificados por las lluvias, las marchas y el largo comodín que aportan los espectáculos y los deportes. El éxodo de las víctimas reales de la guerra es un punto a considerarse ofensivo para los delirios de grandeza de un mandatario empequeñecido.

Lo mismo ocurre con el asesinato y las agresiones a reporteros y periodistas, tras el anuncio oficial de una nueva entidad que investigue la inseguridad que padece el gremio, como por arte de magia el poder organizado trata de dilucidar lo que sabe de antemano: en México se matan a los informadores por el simple delito de molestar los intereses oscuros de siempre. En consecuencia, publicitar una dependencia de bulto es nada. Al igual que los emigrantes, la gente de las noticias pertenecen a esas piezas sacrificables del juego.

Fuera máscaras, México está en guerra, los ciudadanos huyen de esa monstruosidad y quienes cubren tal blasfemia en la improbable democracia actual caen bajo el fuego cruzado de aquellos interesados en que la memoria no exista y que no se moleste a los arcanos negros.

Quizás una aceptación real de las cosas, sería una posibilidad concreta de recuperar un poco de la virilidad del gobierno federal, cuyas campañas de propaganda no bastan ni para dudar; son los balbuceos culpables y cobardes de entidades grises que pusieron a los ciudadanos al frente de pelotones de fusilamiento que honran la soberbia del peor presidente electo en estos diez años.

Vamos a empezar a llamar las cosas por su nombre, eso sí sería una novedad.

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