miércoles, 9 de junio de 2010

SINSEN: YO NO TENGO LA CULPA

POR.- ROLANDO GARRIDO ROMO

Erase una vez un lugar muy lejano ( o muy cercano) en donde todos sus habitantes vivían felices, despreocupados, disfrutando el momento (ni pasado, ni futuro), interesados sólo en sus asuntos, sin molestar a los demás, tratando de mantenerse con los escasos recursos que les proporcionaba su trabajo, y dedicados a convivir con su familia y amigos cercanos.

Pero un día, durante una fiesta infantil, de las muchas que se realizaban sin contratiempos, una pequeña niña subió a una resbaladilla, ya desgastada por el uso y el tiempo, y que por lo tanto, el resto de los niños ya no utilizaba por temor a que se desvencijara por completo. Pero ella, no advertida de ese peligro, subió las maltrechas escaleras con dificultad, y desde lo alto de la escalinata llamó a sus padres para que la vieran lanzarse.

Si bien la niña no era demasiado pesada, al dejarse caer con fuerza en el inicio de la bajada provocó que el último de los goznes que mantenía pegada la resbaladilla con la escalinata cediera, cayendo la niña desde 5 metros hasta el suelo, generando la conmoción de todo mundo.

Al llegar la ambulancia la niña estaba paralizada, no podía mover las piernas, y para su desgracia esto ya no tenía remedio.

En ese momento, los afligidos padres decidieron solicitar una explicación de lo ocurrido a los organizadores de la fiesta, quienes inmediatamente apuntaron hacia los dueños del salón donde se realizó el convivio.

Sin embargo, el salón de fiestas señaló que los juegos eran rentados y habían recibido el visto bueno de las autoridades locales.

Así, los padres iniciaron un recorrido para que alguien les indicara quien era el responsable de tan desafortunado incidente, pues no se podía culpar a la resbaladilla.

Las autoridades locales señalaron que había un departamento de Juegos y Sorteos que se encargaba de la supervisión de esos juegos; pero también otro de Seguridad para Eventos Masivos, y uno más para Reuniones en Vía Pública y/o Salones; pero también había otro encargado de supervisar las medidas en caso de contingencias imprevistas, y uno más para revisar los gastos de todos los departamentos involucrados; además de verificar lo que tuviera que decir la Contraloría, pues seguramente habría que checar la última auditoría; y también habría que preguntar al Departamento de Bomberos, que probablemente debió realizar una supervisión, y… en fin.

Mientras las autoridades definían cual de todos los departamentos era el responsable de verificar la seguridad de la resbaladilla, los padres buscaron apoyo económico para el tratamiento (de por vida) de su pequeña hija.

Entonces preguntaron a los papás de la festejada, pero ellos señalaron que debía ser el salón el que tuviera algún tipo de seguro; pero el salón señaló que era la empresa la que rentaba esa resbaladilla; la cual, por cierto tenía una dirección equivocada, pues pensaron los padres de la niña accidentada, no es posible que tenga sus oficinas en este terreno baldío; entonces, en lo que se buscaba a los accionistas o representantes de le empresa dueña de la resbaladilla, lo padres acudieron a las autoridades.

Las autoridades señalaron que debían checar con su seguro , para ver el caso; al hacerlo, los padres se encontraron con que debían comprobar con testigos, pruebas periciales y de haberlo, un video, la forma en que se accidentó la niña para poder hacer valer el seguro; así también, se revisaría que no hubieran hecho una reclamación similar anteriormente, no fuera ser que se tratara de unos defraudadores profesionales, por lo que la aseguradora tendría que entrevistar a todos los asistentes a la fiesta; habría que checar el estatus legal del salón, de la empresa arrendadora de la resbaladilla y las declaraciones y peritajes de todos los departamentos oficiales involucrados en la supervisión, para poder determinar si fue o no un accidente; porque, argumentó la aseguradora, pudo ser negligencia de los padres al dejar subir a la niña a una resbaladilla defectuosa, a la que otros niños no se subieron, por cierto.

Entre tanto, los padres tuvieron que iniciar el tratamiento de su hija y comprarle una silla de ruedas para que pudiera regresar a la escuela (pagando las terapias de su bolsillo, en espera del dictamen de la aseguradora).

A lo largo de todo este proceso, el feliz y lejano (o cercano) país en el que vivían estos pobres padres y su hija, comenzó a interesarse en la historia, debido a que algunos de los asistentes a la fiesta señalaron que la responsabilidad era de los descuidados padres al dejar a la niña subir a la resbaladilla defectuosa; otros estaban a favor de la niña, comentando que no había ningún señalamiento que advirtiera sobre el peligro; otras personas deslindaban de responsabilidad a los dueños del salón porque eran sus vecinos o familiares, y eran personas “intachables”; otros más criticaban a las autoridades por no revisar continuamente este tipo de juegos; algunos más acusaban a los legisladores por no prever estas situaciones en las leyes; los amigos y familiares de las autoridades señaladas comentaban que todo esto había sido preparado para desprestigiar al gobierno en turno; unos más señalaban que esto era producto de la facilidad para dar permisos a salones de fiestas sin demostrar que contaban con las medidas de seguridad suficientes, lo que denotaba la corrupción y por lo tanto la presencia de mafias en el gobierno; y otros más señalaban que…en fin.

Para colmo los padres no podían reinscribir a su hija a la escuela ya que había perdido demasiados días, que ya no podían recuperarse y para regularizarla se requería una dispensa especial de los departamentos de prestaciones, revalidación, programa de estudios, psicopedagogía, y otros 6 más; así como del poderoso sindicato y de las comisiones “espejo”, o sea iguales a las de los departamentos.

Además, habría que buscarle una escuela en la que se contaran con las facilidades logísticas para los discapacitados; y en este caso la escuela más cercana, con dichas características, estaba a 200 kilómetros.

Los padres solicitaron que se hicieran algunas adecuaciones en una escuela más cercana, pero ello implicaba una solicitud a la secretaría de obras de la ciudad, que la valoraría en 12 distintos departamentos, antes de pasarla a Finanzas , para que a su vez la pudiera aprobar (después de pasar por otros diez departamentos más), para que después la valorara contraloría (no vaya ser una petición fraudulenta), y finalmente pudiera llegar al alcalde, que la firmaría en el momento tan pronto regresara, pues últimamente había estado saliendo de viaje a Alemania, Inglaterra, Suiza y otros países para conocer los sistemas que permiten agilizar los trámites para la población.

Finalmente, los padres quedaron en la ruina pagando las terapias de la niña (que esperaba aún el dictamen de la aseguradora; la autorización para regresar a la escuela, y ya ni hablar de definir quién era el responsable de que estuviera ahí la desvencijada resbaladilla).

Las diferencias surgieron entre la población sobre quién era el responsable por la situación de la niña: los que organizaron la fiesta; los papás de la niña; la niña; los otros niños por no avisarle; los dueños del salón; los dueños de la resbaladilla; las autoridades que no quitaron la resbaladilla; los legisladores que no previeron estos accidentes; la resbaladilla.

Así, la armonía terminó en ese lejano (o cercano lugar) y el saludo cambió de los famosos buenos días al “yo no tengo la culpa..fue”, pues todos de una u otra forma se identificaban con este o aquel protagonista de la situación.

Por lo tanto, después de años y años en que esto continuó así, en lo único en que se pudieron poner de acuerdo fue en el nuevo nombre del país: “Bienvenidos a Yo no tengo la culpa”.

De esa forma, se eliminó la culpa, y con ello la responsabilidad. Si bien con esto las desgracias se multiplicaron, todos se sintieron más contentos pues incluso en el nombre del país se manifestaba la inocencia de todos los habitantes, y por lo tanto, alguien más (no se sabe quién) era el causante de los males del país.

Afortunadamente esto sucedió en un país muy lejano (o cercano) que no tiene que ver nada con el nuestro (cualquier parecido con hechos como el del Newsdivine, la guardería ABC, el caso Paulette, etc., etc. es mera coincidencia).

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