jueves, 17 de junio de 2010

SINSEN: ENTRE EL JUEGO DE PELOTA Y EL SACRIFICIO HUMANO

POR: ROLANDO GARRIDO ROMO

En estos días en que el mundo está fascinado con mediocres partidos de fútbol en el Mundial de Sudáfrica, la efusión de sangre en México continuó sin pausa (19 asesinados en Chihuahua; otros 16 en Tamaulipas; en total 77 el día en que México empató a 1 con Sudáfrica).

Por un lado, el planeta entero tratando de olvidar sus desgracias a través de juego más popular de la tierra, y por el otro lado en nuestro país (y en otros más como Kyrgisztán o Irak), las matanzas por disputas políticas, “guerras contra el narcotráfico”, luchas entre bandas del crimen organizado o facciones guerrilleras, se multiplican.

Estos dos extremos, la actividad lúdica del deporte y la muerte del otro lado, están vinculados en nuestro antepasado indígena, en donde encontramos un antecedente del futbol, tanto entre los mayas como entre los aztecas.

El famoso juego de pelota, llamado por los mayas “pok-ta-pok”, según el Popol Vuh, representaba la creación del Universo, pues los dioses gemelos bajaron al infierno para jugar contra los dioses del inframundo, y al ganar el partido, recogieron los huesos con los que crearon a la nueva raza humana.

Así, los jugadores, al entrar a la cancha, podían retar a los dioses del inframundo y vencer a la muerte. En ocasiones, el capitán del equipo vencedor podía recibir el máximo honor, que era ser ofrendado a los dioses.

Entre los aztecas, el juego (“tlachtli”) también representaba una conjunción entre la dimensión humana y la celestial, pues los sacerdotes que tenían dudas sobre ciertos asuntos, hacían una pregunta y dividían a los equipos entre la afirmación o la negación, por lo que el triunfo de uno u otro daba la respuesta a la cuestión planteada. Aquí también, en el periodo Postclásico, el juego llegaba a incluir sacrificios humanos.

De alguna forma, la “moderna” sociedad mexicana sigue fascinada con los dos extremos: la fiesta deportiva y la muerte. Tal parece que nuestra idiosincrasia, nuestra forma de ver la vida, de relacionarnos con nuestro entorno, de resolver nuestras dudas y aflicciones, se refleja en ese gozo por el juego, el chacoteo, el desmadre, la liberación, la pasión que va unida al juego de pelota, hoy llamado fútbol.

Pero, al mismo tiempo, nuestras contradicciones, fracasos, frustraciones, odios ancestrales, defectos, complejos y demás, tienen que ser lavados de la forma más violenta y definitiva posible; esto es, con el sacrificio humano (mientras más mejor), para así aplacar la ira de los dioses, lograr su perdón y eventualmente, convertirnos en algo parecido a ellos.


Ya en un artículo anterior señalábamos que las élites económicas y políticas de nuestro país utilizan para sus fines esta pasión que existe por el deporte de las patadas; pero que no por ello había que condenar al deporte en sí.
Pues bien, desde mi punto de vista, la misma importancia que las civilizaciones precolombinas dieron a un juego, desde la perspectiva religiosa, pero también lúdica, se ha transmitido a través de generaciones y representa algo más que un juego para gran parte de la población.
Es toda una afirmación de la valía de cada quien, extrapolada hacia los jugadores que nos representan, y al mismo tiempo implica un “acercamiento a los dioses”, aunque sea desde la tribuna o frente al televisor; a la gloria y a la salvación que le está reservada a muy pocos, a esos que alcanzan el éxito. Es el hambre de triunfo y de trascendencia de un pueblo que ha estado sometido y acomplejado por siglos.
Pero también, la fiesta deportiva se inserta en esta orgía de sangre, mediante la cual los mexicanos no resolvemos nuestros problemas en definitiva (recordemos que ahora festejamos 200 años de la Guerra de Independencia y 100 de la Revolución); en resumidas, cuentas, ríos de sangre para finalizar disputas sobre el rumbo de la nación, y que ahora se expresan en otra “guerra”, declarada por el gobierno ( o por los cárteles del narco), que no se sabe si terminará alguna vez.
¿Es llevar demasiado al extremo el paralelismo entre el juego de pelota indígena y lo que representaba y el actual fútbol? ¿Las “guerras floridas” y los sacrificios humanos no tienen nada que ver con los miles de asesinatos de los últimos tres años? No lo creo.
Los mexicanos siempre estamos entre ambos límites; se llega casi al paroxismo por un triunfo (en lo que sea); y por el otro lado, con los fracasos, a la autoinmolación como pueblo.
Lo único cierto es que en los próximos días, las noticias sobre nuestros sacrificios humanos continuarán; y, en caso de un fracaso de la selección mexicana, estará listo el altar para sacarle el corazón a aquel o aquellos que evitaron que todo el pueblo pudiera acercarse a la divinidad, aunque fuera por unos días.

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