viernes, 18 de junio de 2010

FUCHO: EL CINCO DE MAYO

POR.- EL DODO DE GUARDIA (ante la ausencia del DODO PAMBOLERO que está de "autoenviado" en El Ángel de la Independencia, celebrado el triunfo de la Selección)

Los balones nacionales se cubrieron de gloria. México derrotó, por primera vez en la historia de la Copa del Mundo, a Francia por un aplastante marcador de dos goles a cero.

En la objetividad deportiva fue evidente que los franceses atraviesan uno de los peores momentos de su evolución deportiva. Los actuales subcampeones están años luz de la fuerza que los llevó a la gloria. A pesar del divisionismo existente en el equipo y la terquedad del entrenador, en la cancha tuvieron destellos de grandeza que no explotaron por el esquema táctico perfecto de los mexicanos que se instalaron en el césped a jugar al tú por tú y sorprendieron a todos con una propuesta ofensiva plausible.

Esto no significa que México sea un fuerte suspirante al titulo, sin embargo, de mantenerse en ese ritmo el margen cruzar la frontera de lo “antes nunca conseguido” es factible. Hasta ahí.

Viene un enfrentamiento con Uruguay, inflado después de ponerle una bailada a Sudáfrica, en el que un empate aseguraría el avance mexicano a la segunda ronda.

Los aficionados esperamos que en el tercer partido no se vaya a caer en el conformismo y la Selección salga a cuidar un resultado y no luchar por una clara supremacía. No debemos de olvidar que en promedio la contundencia del gol azteca es baja y que para mantener la vida es fundamental tener goles y no perdonar.

Pensemos en la Selección de Alemania que, sin importar equipo o cartones, continúa anotando sin piedad.

El triunfo de la Selección Mexicana de fútbol le dio a su pueblo una alegría más que merecida ante tanto golpe bajo de la cotidianidad. Por una horas se sintió ganador y en el corazón de muchos hubo ese calorcito de esperanza, de rozar el cielo nublado y exclamar que valía madres el aguacero.

El eco de este cinco de mayo futbolístico ingresa al salón de la fama del balonazo emplumado y ahí descansará, recordándonos que el asunto es creer en las capacidades y atreverse a materializarlas.

Si uniéramos esa fuerza y esa lealtad que provoca la Selección, nuestro México no estaría a expensas de la panda de canallas que lo están martirizando.

Que ganarle a Francia inyecte a los futbolistas aztecas los tamaños para no achicarse ante nadie y que si han de ser eliminados, lo hagan de cara al sol con la convicción de que se hizo lo correcto y se murió de pie.

Ya es tiempo de prescindir de los milagros y apostarlo a la seguridad en la capacidad de cimentar el destino.

Esto creo.

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