domingo, 7 de febrero de 2010

MALA LECHE: ¿QUIÉN DETENDRÁ LA LLUVIA?

POR.- EL DODO DE LA MALA LECHE Y EL DODO DE HUMOR NEGRO

A diez años de un incidente semejante, siete mil viviendas del Distrito Federal y el Estado de México quedaron sumergidas en aguas negras a causa de que se colapsara el muro de contención del canal de La Compañía, en un punto situado a unos metros del antiguo boquete que causó tanto estrago social entonces.

El municipio de Valle de Chalco fue afectado en las colonias Avándaro, San Isidro y El Triunfo, además de alterar la circulación de un tramo de la autopista México-Puebla; y al igual que el de Ecatepec y Nezahualcóyotl, el gobernador Enrique Peña Nieto los declaró zona de desastre y le pidió a la Secretaría de Gobernación la ayuda necesaria para que no se le cayera la campaña, perdón, para ayudar a los damnificados.

Marcelo Ebrard, hizo lo propio con las colonias El Arenal, en la Delegación Venustiano Carranza, y El ex Lienzo Charro, en la de Iztapalapa. A diferencia que con el Estado de México, Gobernación está dando largas a la petición de la Ciudad y puso al Director de la Comisión Nacional del Agua, José Luis Luegue, a rasgarse las vestiduras y dar alaridos de perico mariguano en contra de la irresponsabilidad de la administración capitalina porque desde antes el funcionario había denunciado la poca atención que se le ponía a la sagrada H2O.

Simultáneamente, Felipe Calderón invitaba al pacto social y la verborrea típica conciliatoria que, en el contexto electoral de este año, los grillos se la pasaron por salva sea la parte y siguieron a gusto armando las quinielas ganadoras.

La tristeza de los damnificados es que, como cándidos ciudadanos, vuelven a creer y la desgracia se repite. A la manera mexicana de arreglar las cosas, el personal asignado para tapar el hoyo, sigue exactamente las indicaciones: tapan el hoyo y a ver cuánto aguanta porque para sustituir la totalidad del canal, que ya dio de sí, requiere de dinero que ha sido asignado para otras prioridades como campañas de propaganda en medios electrónicos del Senado, la Cámara de Diputados y la Presidencia de la República en las que se ventilan los logros, sí: logros, de los poderes de la Unión, a sabiendas que la realidad les abofetea sus discursos de tres cuartos.

No faltaron los inteligentes analistas que expresaron la necedad de la gente de vivir en zonas de alto riesgo y no hacer nada para prevenir eventualidades siniestras. Nos es claro que el argumento además de idiota, olvida que los habitantes de esos municipios también se caen con el cuerno para el pago de servicios y funcionarios, de lo contrario, ahí sí, a punta de macanazos los mueven de la zona.

Pero la burrocracia es congruente. Primero el hueso, después que se acabe el mundo. Diez años y estamos en las mismas. Vendrán las excusas: las lluvias “atípicas”, el vencimiento de las estructuras, las malas vibras y la manga del muerto. Pero, como cualquier otra calamidad, era posible preverla. Sin embargo, el interés general quién sabe qué lo defina, y ahí están las consecuencias.

Destrucción, enfermedad y desamparo para cientos de compatriotas que volverán a empezar de cero nada más por unas firmas que determinaron darle una manita de gato al canal y a rogar que no les tocará en su gestión otro quiebre.

A unas semanas de la catástrofe natural de Haití, cabe dilucidar si los servidores públicos han proyectado qué hacer y cómo reaccionar en un sismo de proporciones similares, considerando que el centro político de México es una zona de alto riesgo para los movimientos telúricos.

Esperemos que sí, de lo contrario, que santa Petra, la callosa, nos agarre confesados.

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