viernes, 5 de febrero de 2010

EXTRA: MUERE UN GRANDE, GIBERT

La vida nos ha permitido conocer a hombres y mujeres fundamentales en la gestación, crecimiento, desarrollo y trascendencia de la Publicidad mexicana.

Hoy entristece saber que Don Enrique Gibert ha muerto, legando cientos de méritos que es absurdo listar. Simplemente, a la memoria vienen encuentros y pláticas alrededor de la industria, el negocio, la creatividad y la inteligencia. Porque Don Enrique era un hombre de un talento propio, labrado a punta de humanidad y comprensión de las habilidades ajenas. Siempre fue exacto, directo y total a la hora de enunciar el planteamiento definitivo. No en balde fue el cerebro de cuatro proyectos exitosos de agencias publicitarias. Gibert es un apellido que no necesita credenciales para saber de quién se está hablando.

Eludiendo las páginas pomposas, saturadas de elogios, Los DODOS guardamos una última lección de humor, filosofía y ejemplo de vida que Don Enrique expuso en el homenaje que en 2009 le hiciera la Asociación Mexicana de Agencias de Publicidad.

"Me alegra haber descubierto a esta altura de mi vida que para aprender a vivir hay que aprender a morir. Hoy puedo disfrutar de momentos como éste con una paz interior que no conocía. Siempre pensé que quienes me iban terminar retirando de la vida publicitaria serían Keith Reinhardt o Ken Kaess, q.e.p.d. No; quien me terminó retirando fue Lou Gehrig (con los gringos nunca se sabe). Lo paradójico es que me haya retirado un gringo que no fue publicista sino beisbolista y, que además, murió hace 68 años de la misma enfermedad que yo tengo. Lou Gehrig y yo, en lo único que nos parecemos, es en la originalidad para escoger una enfermedad poco común, aunque él fue lo suficientemente importante como para que la bautizaran con su nombre. Lou la hizo en el béisbol mejor que yo en la publicidad”.

Donde este Don Enrique tenga la seguridad que sólo el tiempo aquilatará cuánto hemos perdido como profesionales y como sociedad con su partida, precisamente por representar la lección fundamental que debe regir a un ser humano: cuando alguien es verdaderamente importante no necesita decirlo, la gente lo grita; y como Gehring, usted siempre será uno de los grandes.

EL ÚLTIMO DE LOS DODOS

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