POR: Raúl Gómez Miguel
A cien días de haberse declarado el compromiso público de las Autoridades Federales y Locales para darle resultados positivos a la ciudadanía en materia de inseguridad y violencia, el saldo es más que negativo.
A pesar de la parafernalia del acto y las conductas que dicta el protocolo del cinismo, la desvergüenza y el valemadrismo, los señores y las señoras autoridad, incluido en el pedestal descarado del poder hueco, el señor presidente de la República, se metieron en el clásico intercambio de discursos y de mentadas pendientes. De lo verdaderamente importante todos omitieron una reflexión sincera.
El país está acorralado por el crimen organizado, la burocracia corrupta, los empresarios voraces, los medios circenses y una galería aterradora de oportunistas y mal paridos que habiendo sido descubiertos con las manos en la tranza piden segundas oportunidades y perdón.
Ahí en las cientos de cuartillas repletas de eufemismos, metáforas idiotas y datos dirigidos al golpe político descansan los muertos de todos los bandos, las víctimas inocentes, las familias destruidas, los héroes anónimos de la verdad; el daño irreversible que marca la nula capacidad de nuestros representantes para nada que no sea su propio provecho.
Será el ciudadano de a pie quien pare este degenere institucional cuando recupere su memoria histórica y advierta que fue él sin la ayuda de ninguna insignia, apellido famoso, fortunas fabulosas, quien liberó y construyó este país. Sólo en ese momento las deterioradas estructuras mexicanas podrán ser sustituidas.
El poder, y ya lo probó la Historia, no cae del cielo, nace de la tierra y asciende y las castas divinas siempre son borradas con violencia.
Aunque la paciencia del mexicano sea proverbial tiene un límite y un punto de no retorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario