POR: Marcia Trejo
La medicina tradicional mexicana contempla una serie de padecimientos cuyas causas escapan a las explicaciones de la medicina moderna y su cura tampoco es susceptible de lograrse mediante sus medicamentos. Entre ellos el más común es el llamado mal de ojo, también conocido como ojo u ojeo.
El mal de ojo no es más que la influencia negativa que pueden ocasionar ciertos individuos cuando miran con fijeza algún niño, planta o animal. Es importante aclarar que una persona puede hacer ojo sin que tenga la intención de causar el más mínimo daño a quien se lo hace, sin embargo, el poder de su mirada logra el efecto. Por supuesto, no falta quien lo haga con verdadera mala fe.
No todos pueden causar ojo, entre los que sí pueden están las personas cuyos ojos son penetrantes y vivos, los de mirada fuerte, los brujos, las embarazadas, aquellos que están cansados o sedientos y hambrientos, los que tienen entre los ojos una vena azul, los cuates, los gemelos, el banco o hijo que sigue después de unos gemelos, el hijo que sigue a éste y algunos animales, especialmente, loros, gatos y perros.
Los niños son los que con mayor facilidad pueden ser afectados por este mal que se manifiesta mediante los siguientes síntomas –ya sea que se presenten todos juntos o sólo algunos-: amanecer con los ojos tan hinchados que no pueda abrirlos, vómito, diarrea verdosa, fiebre, que llore de manera continua, dolor de cabeza, la vista se les nubla, debilidad e inquietud. Es importante tener en consideración que si el daño llega a ser muy severo y no se atiende en breve tiempo, las consecuencias pueden ser fatales.
Para curar el ojo se puede recurrir a distintos métodos. Uno de ellos consiste en tallar alrededor de las órbitas oculares con el ombligo de una persona de sexo contrario al del enfermo. También se puede sobar al niño y cubrirlo con alguna prenda de ropa de su papá que esté sudada. Cuando se tiene la posibilidad de identificar a quien causó el daño, se le pide que cargue al pequeño y le sople en los párpados, la mollera, las plantas de los pies y las palmas de las manos, mientras le da unos golpes muy despacito en la cabeza con su camisa o blusa volteada al revés. En caso de que la responsable haya sido una mujer encinta se recomienda pedirle que ponga en la muñeca del afectado un guajito o un pedacito de ámbar para que funcionen a manera de amuleto. Si quien ocasionó el ojo fue un animal, entonces hay que dar de tomar al afectado un poquito de polvo que se obtiene cuando se disuelve un amuleto de camalonga en agua. Y, por supuesto, no podemos omitir mencionar las limpias con copal negro, pirul, chile ancho, huevo y hojas de pipe o tabaco. Si a ello se le añade pasar una piedra ixahi sobre los ojos para que absorba el mal, el resultado es mucho mejor; es fundamental no conservar la piedra ya que al contener dentro de sí el daño, existe el riesgo de que alguien pueda absorberlo.
Toda abuela mexicana que se precie de serlo sabe que para proteger a los bebés se pueden tomar diversas precauciones como, por ejemplo, tapar el rostro del niño cuando haya mucha gente alrededor, ponerles ropa interior roja o al revés y usar amuletos como pulseritas de ojo de venado, azabache, coral, ámbar o colgarles del cuello una bolsita con ajos.
La muina, en cambio, se refiere a una afectación física que deriva de haber sido insultado. Por alguna razón inexplicable, es como si las agresiones verbales –o la mala intención en ellas contenida- entraran al cuerpo y lo debilitaran, de tal forma, que la persona se vuelve una víctima fácil para los aires. Quien la padece se dice que está enmuinado.
Las personas que suelen ser más susceptibles de verse afectadas por ella son las mujeres que han dado a luz poco tiempo atrás. Y el problema se agrava ya que, al amamantar al bebé, se la “contagian” y los recién nacidos no cuentan aún con las defensas y fortaleza suficientes para poder hacer frente a las enfermedades que les puede ocasionar un aire.
Pero ¿qué es un aire? Este concepto se refiere a dos fenómenos que pueden entenderse de forma excluyente o complementaria. Por un lado, es el efecto de una fuerza de carácter inmaterial sobre las personas; por el otro, es un grupo de entes de naturaleza sobrenatural que –intencionalmente o no- causan enfermedades.
Los pueblos nahuas saben que los aires están hechos de una materia finita finita, tan sutil como el aire –la cual, por supuesto, sólo puede ser vista por los brujos- y que piensan y actúan por cuenta propia. Los wendes –como también los llaman- son femeninos o masculinos, positivos o negativos y blancos o negros.
Por tendencia general, los aires femeninos son positivos y pueden otorgar beneficios si se les hacen ofrendas que incluyan alimento, flores, cigarros, monedas, velas y licor.
En cambio, los aires malos pueden causar diversos daños de los cuales el más peligroso es la pérdida del alma. Para que esto suceda, el aire toma por sorpresa a un humano, lo golpea hasta que pierda la conciencia y, entonces sí, se lleva su alma para mantenerla cautiva en su cueva. Por fortuna, es posible revertir el proceso, pero es necesario acudir a un curandero que hará al afectado una limpia con gallo negro, mismo que se dará como ofrenda al aire a cambio del alma atrapada.
Los totonacas aseguran que el aire es una potencia inmaterial negativa que puede alojarse en los cadáveres, los brujos, algunos animales o ciertos objetos sagrados. Coinciden en que si se ha encontrado en contacto con alguno de los anteriores, lo más recomendable es realizarse un barrido o limpia.
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